viernes, 6 de febrero de 2009

Camino

Todos (salvo Sinatra) tenemos defectos. Y uno de los míos es mi debilidad por las ceremonias de entrega de premios. Bajo la incrédula mirada de la Srita. Doolitle puedo dejar correr las horas viendo videos de Oscars, Emmys, Globos de Oro, Tonys, Goyas (siempre que no lo presente Corbacho, que con la malafollá que tiene tendríamos que hacerlo hijo adoptivo de la ciudad)... Excluyo – la duda ofende - las ceremonias de índole deportiva: a mí, que nombren Pirrichichi a Ronalpiniño, la verdad, me da lo mismo. Cuestión de gustos.

Que me gusten estas cosas no quiere decir que no me coja a veces mis buenos cabreos cuando pierden los míos y ganan los que no me gustan. No voy a ser menos que los futboleros. Cada vez que me acuerdo del año que ganó Titanic (esa bosta para quinceañeras) empiezo a echar espuma por la boca.

Así que la otra noche me tragué entera la gala de los Goya. Y salí bastante satisfecho, porque, aparte de que resultó un poco menos aburrida que de costumbre (los Goya son así, es una tradición), me pareció que los premios en general estaban bien adjudicados. En mi modesta opinión, Camino – redonda y valiente – estaba muy por encima del resto: el guión, duro y hermoso, con una idea de partida irresistible, merecía el premio; Carme Elías, que siempre ha sido una buena actriz y aquí esta perfecta, merecía el premio; Nerea Camacho – que desarma mis reticencias a que premien a niños en liza con adultos – merecía el premio; y Javier Fesser, el culpable de todo esto, el que tiene el honor de haber sido condenado a los infiernos medievales del opus dei (las mayúsculas me las guardo para el que se las merezca), merecía sin duda el premio. Un olvido imperdonable ha sido dejar fuera de las nominaciones a Mariano Venancio que interpretaba al padre de Camino - el hombre bueno, desarmado frente a la iniquidad con alzacuellos – con momentos dignos del mismísimo Jack Lemmon.

Gran película. Y al que le ha escocido la herida es porque la tiene infectada.

El siguiente video responde a la pregunta ¿Qué tiene que hacer un director para que su protagonista de once años se rape al cero?