lunes, 28 de diciembre de 2009

Más guantás da el hambre.

Con el de la otra noche son tres los espectáculos de Animalario que llevamos vistos y con los tres, en mayor o menor medida, nos pasa lo mismo: reconociendo que hay buenas ideas puestas en escena, buenos actores y textos que no son malos, no nos acaba de entusiasmar. Aunque a nuestro alrededor una rehala de silbadores se esté amputando las manos extasiados por la presencia de un famoso de la tele.

Esto pasó la otra noche con Urtain. La historia suena a ya vista: La vida del boxeador maltratado por la vida y por la ambición de los que le rodean, ( tema ya visto en todas las películas de boxeadores, las buenas y las malas) el ocaso del triunfador añorando la sencillez de su infancia ( ya visto en Ciudadano Kane y en otras muchas).

El montaje tiene virtudes que se estrellan por el exceso marca de la casa: Los fogonazos cegadores, los gritos y la música estridente, la procacidad son elementos apropiados para la historia que se está contando hasta el momento mismo en que se excede la medida adecuada, y a partir de ese momento es el espectáculo – y no la historia que se está contando – el que se vuelve cegador, estridente y procaz.

Lo más positivo del montaje es la calidad de sus actores, especialmente Roberto Álamo que hace un trabajo redondo en su papel del boxeador y que es la principal baza de este espectáculo. Lo digo como lo pienso, pero si no fuera así también lo diría porque di tú que me lo encuentro un día y me pide cuentas y, chico, no le duro ni un asalto.

Lo dicho: ni un asalto


lunes, 21 de diciembre de 2009

Líquido Elemento.

Pocas veces se sale de un teatro tan satisfecho como salimos la otra noche tras ver Cabaret Líquido, de Lavi e Bel. El espectáculo, que lleva ya mucho recorrido y estuvo fijo durante más de cien funciones en la Expo del Agua de Zaragoza, es un homenaje a géneros escénicos menores y algunos ya en desuso como el teatro de variedades, el burlesque e incluso las ferias de fenómenos. Sobre esa idea se desarrolla una sucesión de números cómico-musicales entramados con sabiduría que dejan lugar al lucimiento de los cinco actores-cantantes y de los músicos que les acompañan (músicos que, sorpresa, también son actores). Payasos, mimos, tanguistas, “fadistas”, diosas egipcias, geishas, cantaores, travestis, un tío de Alfacar, la Muerte, mujeres de mala vida y hombres de vida peor. Todos caben dentro de cinco actores de extraordinario talento. Lavi e Bel dirige el barco del Cabaret Líquido por la nostalgia del Popurri de Clásicos, el virtuosismo corporal de El Hombre Radio, el lirismo de las Geishas siamesas o la comedia descacharrante del tartazo en la cara (transmutado en bolso de señora) de La Lucha Popescu. Cabaret Líquido ganó el último Premio Max al mejor espectáculo musical y, desde luego, algo tiene este líquido cuando lo bendicen. En su página web , preciosa por cierto, hay videos de los números del espectáculo. El público aplaudió con entusiasmo un montaje impecable, y la Señorita Doolitle y un servidor arrostramos el gélido viento de la calle Molinos reconfortados por el regusto tierno y dulzón, como de pan recién hecho, que siempre deja en el alma un payaso tocando el clarinete.

martes, 8 de diciembre de 2009

Teatro con estrambote.

Dice la leyenda que, cuando Lola Flores se hizo la reina de los tablaos de Madrid, la gente decía: “Mire usted, no canta bien, no baila bien. Pero tiene usted que verla.” Con Rafael Álvarez El Brujo pasa algo parecido. Entiendo que haya gente que una vez visto un espectáculo suyo no quieran repetir. Pero, amigo, si no lo has visto, tienes que verlo.Al Brujo lo vi en directo por primera vez hará veinte años, cuando esta ciudad de Lorca y Maiquez no tenía teatro abierto (y no lo tuvo durante la mayoría de los años noventa), en el salón de actos de alguna facultad. Era la versión teatral de El Pícaro Lucas Trapaza, de Fernán Gómez. Al Brujo le acompañaban Emma Cohen, Vicente Parra y un chico delgadito, de poco pelo y extraordinariamente dotado para la comedia que se llamaba Javier Cámara. Después he visto al Brujo en un par de monólogos (uno de Darío Fo sobre Francisco de Asis y otro , francamente, no lo recuerdo) hasta la semana pasada que vino al Alhambra con El Testigo, de Fernando Quiñones.


Es indiscutible (aunque, si quieres, lo discutimos) que El Brujo tiene una personalidad escénica inimitable. Lo que hace y cómo lo hace sólo lo hace él. Otra cosa es que te guste. Confieso que los dos monólogos que le vi con anterioridad al de la semana pasada me hicieron decir basta. Su tendencia a improvisar, a alejarse del texto tanto que apenas se divisa, acabaron por cansarme. Si el actor abandona el texto, es que el texto no le interesa. Y no puede pretender entonces que me interese a mi. Llegué a la conclusión de que, si nunca habías visto un monólogo de El Brujo, tenías que verlo; pero que, visto uno, vistos todos. Y ahora llega el Brujo y me tira por tierra mi meditada conclusión y me tengo que comer mis palabra como el Tío Gilito se comía su sombrero.


Puede ser que este texto de Quiñones le toque más hondo que otros, pero lo cierto es que esta vez el texto no es una excusa para que el actor despliegue su talento, sino que es el actor – el magnífico actor que es Rafael Álvarez – el que humildemente se pone al servicio de un texto y de un personaje –el anciano cantaor, taciturno y mediocre, que cuenta la historia de otro cantaor, Pantalón, de cante mítico y legendario mal caracter – para darles carne y alma. El Brujo interpreta, el Brujo pretende ser (que es de lo que se trata) un viejo cantaor, valiéndose para ello de todas sus armas: su cuerpecillo exacto, la mirada cambiante, esa voz de mil matices. Y así El Brujo hace teatro, gran teatro, y él es todo el elenco, toda la escenografía y todo el aparato que necesita. Y - en téminos flamencos - hay duende. Y pellizco. No puede evitar el recurso del guiño al público, el trato directo (romper la cuarta pared, que dirían otros aun más redichos que yo. Sí, los hay), pero esta vez el recurso no se fuerza, se hace desde el texto y no al margen del texto, no cansa y se agradece.


Y El Brujo se gana una sonora ovación al terminar su espectáculo. Y entonces viene la sorpresa, el regalo final, “el mandaíco” para los de por aquí: El Brujo, como si no pudiera evitar la travesura de ser él mismo tras una hora aguantándose las ganas, pide silencio en medio de los aplausos y, desprovisto ya del personaje y con la excusa de agradecer la acogida y explicar su relación personal y familiar con el flamenco, nos suelta un nuevo monólogo de diez minutos – supuestamente casual e improvisado – que nos salta las lágrimas de risa. Teatro con propina o teatro con estrambote: un género propio para un actor que tiene su habla propia, sus gestos propios, sus tics y amaneramientos inconfundibles, que a lo mejor lo ves y no te gusta, pero que, insisto, si no lo has visto, tienes que verlo.

martes, 1 de diciembre de 2009

El Sida y otros virus más peligrosos

Tenía pensado hablar de la obra de El Brujo, pero lo voy a tener que dejar para después, porque lo que tengo que decir me quema la boca.

Hoy, 1 de diciembre, es el Dia Internacional Contra el Sida. Y hoy propongo a quien corresponda instituir otro día contra otro virus aún más peligroso: EL Dia Internacional Contra el Fanatismo Religioso. Allá voy.

Esa cosa llamada Intereconomía, que existe gracias al derecho de cada uno a hacer y decir lo que le de la gana sin lesionar a los demás (derecho que, mira tú, los de Intereconomía no reconocen a los que no sean correctos católicos del medievo), tiene esta peculiar opinión (perdón: doctrina) sobre el preservativo como medio de frenar el sida:

Hay que ser animal, racista, clasista, e idiota que cree que los demás somos idiotas. A ver, analicemos:

-- El docto señor que nos ilustra en el video utiliza el término “Africa”, así, en conjunto, con un perceptible aire despectivo-protector como el que usaban nuestras bisabuelas al decir “los negritos” o “los paganitos”

--Debe destacarse el finísimo chiste de la manicura en el tercer mundo. A ver si lo pillo: como no tienen dinero, no se pueden hacer la manicura ¿no?, Como son semianimales, tienen garras de animal ¿es eso? Me desencuaderno de la risa. ¿Y qué tal ahora un chiste sobre lo gorda que tienen la cabeza los niños desnutridos, eh? Y, de nuevo, el tono peyorativo y displicente de este tiparraco de imbecilidad inalcanzable.

--Es importante el dato de que los africanos – recuerden: así, en conjunto – no saben leer ni interpretar dibujos explicativos. El silogismo viene a ser el siguiente: El africano carece de educación / Sin educación no se puede usar preservativo / El africano no puede usar preservativo. Es decir, neguemos la posibilidad de informar y educar al que no sabe, sea de Africa, de Güisconsin o de Fernando Po. Pues muy bien.

--Luego está el asunto de la temperatura a la que deben conservarse los preservativos. Este señor del micrófono no usa, es obvio: para eso es necesario que se te quiera acercar otro ser humano y, con esas cosas que suelta por la boca, a este no se le pegan ni los chicles del suelo. A ver, bonico: los preservativos se conservan en un lugar fresco, seco y no expuestos a la luz del sol (a la sombra, vamos). No se guardan en el frigorífico (que es donde estos señores de Intereconomía guardan su corazón. El cerebro lo tiraron caducado a la basura hace tiempo). Por otra parte la recomendación de guardar en lugar fresco es común a gran número de medicamentos que, por las mismas razones, deberían dejar de suministrarse al tercer mundo. Buena solución, así morirían antes. Y los muertos no pecan

-- Argumenta a su favor que el preservativo falla en un 5% de los casos. Yo debo ser muy tonto, pero para mi ese dato lo que quiere decir – a lo mejor solo yo lo veo así, con mi mente perturbada – que es efectivo en un 95% de los casos. Y, vaya, que se eviten noventa y cinco de cien hipotéticos contagios de sida me parecería todo un éxito. Pero debo ser yo, que soy así de raro.

¡¡Es que oigo estas cosas y me pongo negro!! Lo que sin duda para los de Intereconomía querrá decir que me saldrán unas zarpas tipo Lobezno, que no sabré leer ni interpretar ningún tipo de representación gráfica, que no sabré distinguir el calor del frió ni el sol de la sombra (por eso mis hijos mueren de insolación, no de hambre) y que no mereceré ninguna ventaja de las que sí disfrutan los habitantes del primer mundo. Qué poquísima vergüenza. Que ganas de vomitar.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Que tu Ala Este no sepa lo que hace tu Ala Oeste

Es curioso que apenas escriba en este blog sobre series de televisión cuando soy desde luego consumidor habitual y, en ocasiones, hasta compulsivo. Me refiero a series norteamericanas, naturalmente. Las españolas, a día de hoy, lamento decir que son horrendas. Especialmente cuanto más pretenden copiar a las norteamericanas.
Unas series las veo con la Srita. Doolittle y otras no. Porque es imposible y no le des más vueltas. Nunca me será dado conocer las arcanas razones por las que la Señora de mis Pensamientos odió al primer vistazo al Doctor House solo por ser un pelín borde, al tiempo que se enamoró sin remisión de Dexter, tolerando con sonrisa benevolente su tendencia al asesinato y al descuartizamiento.

Llevo unos días viendo - delante del ordenador, pedaleando firme hacia una deseable pérdida de peso - la primera temporada de El Ala Oeste de la Casa Blanca. Ésta tampoco la puede ver la Srita Doolittle: su aversión hacia los políticos americanos es solo comparable a la aversión de los políticos americanos hacia el resto del planeta. Así que no pretendas ver con ella una serie de televisión sobre los entresijos de la Casa Blanca y la vida cotidiana de su Presidente. Ni lo intentes.

Pero si te olvidas de la Casa Blanca real, la que gobierna los Estados Unidos, la que ha sido en algún momento de su historia (o durante toda su historia) la inventora de la guerra preventiva, la protectora de dictadores bananeros económicamente convenientes, la sitiadora de dictadores bananeros económicamente inconvenientes, la auspiciadora de modelos económicos insostenibles que finalmente no se sostuvieron y una de las principales culpables del cambio climático; si te olvidas de esa Casa Blanca real, esta serie te gustará. Porque está muy bien hecha. Reconozco que, pese a censurar ciertos comportamientos de su clase política (esta serie no les debe gustar mucho a los Bush, me temo), no puede sustraerse de la tendencia al somos el mejor país del mundo, los padres de la democracia y viva Cartagena”, pero los guiones son inteligentes y críticos, los personajes tienen carne, los detalles están muy cuidados (los complicados planos-secuencia a través de despachos y pasillos no son frecuentes en una serie de televisión) y hay un grupo de intérpretes perfectos encabezados por Martín Sheen, un actor - como todos los que tenemos ascendencia gallega - de imponente talento.


Dejo un video muy bueno de tres minutos. A ver, Doolittle: tú dale al play, si ves que te vas poniendo mala le das al pause, descansas un poquito, y le das otra vez al play.



lunes, 16 de noviembre de 2009

Te quiero, más o menos.

Vimos la otra noche en el Teatro Alhambra Pareja Abierta, de Darío Fo, a cargo de Producciones Imperdibles. Lo digo desde el principio: Darío Fo, al rato, me cansa. No es que haya leído todo su teatro (precisamente por eso, porque me cansa) pero lo que conozco me cansa. Es divertido, sí, e ingenioso, pero tiende a alargar los textos sin apoyarse en elementos que permitan mantener el interés. Muerte accidental de un anarquista y Aquí no paga nadie, por ejemplo, parten de premisas estupendas, serían textos redondos como piezas cortas, pero se hacen pesados a partir del minuto sesenta. Es mi opinión, claro, y seguro que hay sesudos razonamientos que justifican la concesión del premio Nobel a Fo estando por entonces vivo Arthur Miller, pero los desconozco. Y mejor no hablemos de la academia sueca y sus criterios de concesión de premios, porque lo de Obama es como para intentar expulsar por los conductos urinarios los líquidos acumulados en la vejiga sin obtener el resultado apetecido (es decir: pa meá y no eshá gota!).

Volvamos a Pareja Abierta. La pareja de actores de Producciones Imperdibles da al texto el adecuado tono de farsa grotesca que requiere (por más que el programa diga que es “una reflexión sobre la libertad individual y el compromiso conyugal”... ¡que manía!: como si hacer reír no pudiera ser un objetivo en sí mismo), en un montaje modesto, que suple con ingenio la escasez de medios económicos. Una comedia fácil de digerir (no hay nada sutil, no se deja nada a la sonrisa cómplice), que acaba en apenas hora y cuarto - justo cuando comienza a ponerse repetitiva - y montada adecuadamente pero sin genialidades.

Es poco probable que algún día trabe amistad con un extraterrestre, pero, de ser así, probablemente acabaríamos quedando para ir al teatro. Y, en ese caso, si esta obra fuera la elegida (algo aún más improbable que mis amistades interplanetarias), puedo ver claramente a mi recién llegado e inocente amigo extraterrestre preguntándome a la salida del teatro que cuántos premios Nóbel de literatura se reparten al día en el planeta tierra. No sé si me explico.





lunes, 9 de noviembre de 2009

Bogdanovich y James Stewart

Bogdanovich dedica en su libro Las Estrellas de Hollywood uno de los capítulos más extensos y más llenos de afecto personal y admiración profesional a James Stewart. Tuvo ocasión de trabar amistad con el actor y múltiples intentos de trabajar con él (le propuso el protagonista de En el Estanque Dorado unos años antes del Oscar de Henry Fonda – amigo íntimo de Stewart –, pero la cosa no cuajó). Bogdanovich repasa su carrera llena de aciertos, que incluye los títulos más renombrados de los mejores directores de la época (Capra, Ford, Hitchcock, Mann, Preminger…) y hace una defensa – creo que innecesaria – de su talento como actor. En ese sentido, recoge una interesante reflexión que Cary Grant hizo en su madurez sobre su compañero en Historias de Filadelfía: “Jimmy tuvo el mismo impacto en el cine que Marlon Brando varios años después. Tenía la habilidad de hablar con naturalidad. Sabía que, durante una conversación, la gente se interrumpe realmente, y que no siempre es fácil decir lo que uno está pensando. La gente del cine sonoro tardó un tiempo en acostumbrarse a él, pero tuvo un impacto enorme. Y entonces, algunos años después, llegó Marlon e hizo exactamente lo mismo. Pero lo que la gente olvida es que Jimmy lo hizo primero”. Interesante, ¿verdad?

Habla Bogdanovich del cariño que durante décadas profesó el público al actor y de cómo ese cariño podría explicarse con una simple regla de trabajo que Stewart le revelo en una ocasión: “En esta empresa, no puedes tratar al espectador como un cliente, sino como a tu socio”

Stewart participó como piloto de las Fuerzas Aéreas en la segunda guerra mundial, y lo que tuvo que ver y hacer le afectó profundamente, hasta el punto de que se planteó dejar el cine cuando terminase Qué bello es Vivir, su primer compromiso tras la guerra. Empezó a plantearse que el cine se había convertido en una tontería, en algo sin importancia en comparación con lo que había visto, que ser actor no era una profesión útil en el mundo desencantado y súbitamente adulto que siguió al derrocamiento del nazismo. Estas reflexiones llegaron a oídos de Lionel Barrymore, el malo de Qué bello es vivir, que acudió al rescate. “Tengo entendido que quieres dejarlo. Que no crees que la interpretación sea una profesión importante”. “Emmm, bueno… emmm, sí”, balbuceó Stewart empequeñecido por la inmensa autoridad del mítico Barrymore. “Pero no te das cuenta – prosiguió el anciano – de que conmueves a millones de personas, de que das forma a sus vidas, de que les das una razón para elevarse? ¿Qué otra profesión tiene ese poder? Que otra profesión puede ser más importante? Un mal actor es un mal actor, pero un buen actor, jovencito, puede hacer mucho bien. La interpretación es una de las más viejas y nobles profesiones del mundo. No lo olvides”. Por más que las distintas artes narrativas nos quieran convencer de lo contrario, una vida no cambia por una conversación, pero el discurso de Barrymore debió tener cierto efecto en la decisión final de Stewart de seguir en el cine…¡y cómo!





Barrymore, Stewart y la más vieja y noble profesión del mundo.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

War is a cabaret, my friend. Come to the cabaret.

La temporada teatral del Alhambra, como el equipo de fútbol de los amores de mi señor padre, sigue en ascenso. Cantando bajo las Balas, de Antonio Álamo es un monólogo grotesco y descarnado en el que el cadáver de Millan Astray cuenta y canta su vida y sus “hazañas bélicas”, deteniéndose especialmente en su famoso encontronazo con Unamuno en un acto público en la Universidad de Salamanca… Sí, Madre: si pinchas en “acto público” te manda a otra página que te cuenta toda la historia (¡¡qué paciencia hay que tener con los principiantes!!).


Para los afortunados que no sepan quien es Millan Astray, cinco minutos de navegación por Internet les deberían bastar para familiarizarse (pero no demasiado, recomiendo) con este terrorífico personaje que si fuera ficticio nos resultaría exagerado, y al constatar que fue real desearíamos que fuera sólo un personaje de algún inframundo de Lovecraft.



Al cadáver de Millán Astray da vida el actor Adolfo Fernández, que hace un notable trabajo con un papel difícil y extenuante: el personaje está exaltado casi todo el tiempo, grita, canta a pleno pulmón… lo dicho: extenuante.


El actor y la criaturica.

El autor tiene el acierto de reforzar el esperpento que el protagonista tiene por cerebro, dando a la pieza un aire de putrefacto café-teatro en el que Millán Astray canta y baila para nosotros ante las momias polvorientas de obispos, gobernadores civiles y militares, intelectuales y ¡Carmen Polo!. El resultado es desternillante, si bien el buen hacer de Álamo y Fernández te congela la risa cuando quieren que no olvides que el grotesco personaje fue un asesino psicótico tristemente real, y que las frases ¡Viva la Muerte! ¡Muera la Inteligencia! fueron realmente pronunciadas, quizá como un conjuro, como una maldición que nos condenó a cuarenta años de católica ceguera, orgulloso atraso y glorioso aislamiento nacional.


Por cierto, hasta no hace mucho, por programar espectáculos como este, te podían quemar el teatro. Parece que vamos mejorando.




lunes, 2 de noviembre de 2009

Mi Querido Señor

Se muere López Vázquez y uno tuerce el gesto con un leve pesar, como cuando muere un vecino agradable o aquel tipo simpático que saludábamos sin pararnos al encontrarlo en la calle. Se muere López Vázquez y uno piensa que qué pena, tan joven, porque parece que los actores de cine no tuvieran derecho a envejecer y morirse. Para eso estamos los demás. López Vázquez habitó imágenes que conserva en el recuerdo todo el que ha visto cine en los últimos cincuenta años. En Inglaterra sería Lord, en Francia sería nombrado Caballero, aquí, desde las tres de la tarde, todas las televisiones lo han puesto, una vez más, a correr detrás de una sueca en bikini. País.

Empezó siendo figurinista y ayudante de dirección, luego fue actor en el Teatro Español (tengo una foto suya, jovencísimo, haciendo del Fantasma de las Navidades Pasadas en El Anticuario, versión del Cuento de Navidad de Dickens. A ver si la escaneo…) y luego pasó al cine como actor cómico. Años después, como a otros grandes (Lemmon, Landa…), le pasó que algún director le pidió que se pusiera serio y, como siempre que el payaso llora, el resultado fue sobrecogedor.
López Vazquez, de blanco, con Rodero en el centro
y el tercer fantasma del cuento. Era 1950.
En la vejez, ya con todo hecho, volvió al teatro. Por aquí abajo pasó un par de veces con sendas obritas insustanciales que fui a ver porque era López Vázquez y uno a López Vázquez tenía que verlo. En escena no hacía nada especial: Dejarse querer por un público rendido y regalarles cuatro tics y cuatro inflexiones de voz conocidas como una vieja canción. Pero era López Vázquez.

He buscado sin éxito algún video de Mi Querida Señorita, la delicada extravagancia de Jaime de Armiñan en la que López Vázquez, maestro de la tragicomedia, interpreta a una señora que cerca de los cincuenta años descubre un día que es un hombre. Recomiendo encarecidamente esta rareza exquisita.


Sí he encontrado sin dificultad uno de sus momentos inolvidables de Atraco a las Tres: "Fernando Galindo, un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo…"



viernes, 23 de octubre de 2009

Atrapando el Instante (8)

Anton Karas,
tocando la cítara para Carol Reed.
Perry Smith y Truman Capote,
contando los minutos.
Coltrane, Adderley, Davis y Evans,
improvisando una cosilla.
Buster Keaton,
posando con un muñeco (el muñeco, a la izquierda).
Chaplin,
intentado mejorar la foto de Buster Keaton.
Wayne y Sinatra,
comparando peluquines.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Queridísimo Papá

Estrenamos la otra noche la Temporada 2009-2010 del Teatro Alhambra, notando de nuevo la imperdonable falta de una alfombra roja que tuviera el honor de ser hollada por los Gucchi de la Señorita Doolitle.

Vimos “Regreso al Hogar” de Harold Pinter, en producción conjunta del Teatro Español y el Centre D’Arts Escèniques de Reus,un texto sobre el horror en que pueden convertirse las relaciones familiares, sobre convivir odiándose y enfermando de rencor. Con una forma aparentemente realista, de improviso se cuela el esperpento y el teatro del absurdo con una intencionalidad en ocasiones difícil de entender. El texto es interesante aunque a ratos decae y resulta, en conjunto, demasiado largo. Habría que preguntarse si el teatro del absurdo, que cumplió una importante función en un momento determinado del siglo XX, no está ya definitivamente muerto. Nada que objetar, por el contrario a la compañía: estupendos los seis integrantes del reparto, sin perjuicio de que haya papeles que permiten un gran lucimiento (el padre - causante de las deformidades de espíritu de sus tres hijos y que ahora, a la vejez, va a recoger su amarga cosecha - a cargo de un impresionante Francesc Luchetti, a quien no tenía el gusto de conocer) y otros francamente anodinos (el de la esposa, con el que no se puede hacer más que lo que vimos la otra noche).

En el video que he encontrado, con el reparto original - Tristán Ulloa y Ana Fernández no se han incorporado a la gira - , da una buena idea del aire que se respira en el montaje: La familia que se odia unida, permanece unida.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Bogdanovich y Montgomery Clift

Me he regalado el espléndido libro Las Estrellas de Hollywood de Peter Bogdanovich (me gusta más el título original “Who the Hell’s in it”, algo así como “¿Quién demonios salía?”). Bogdánovich repasa sus experiencias personales con grandes estrellas del Hollywood clásico y, por tanto, nos están todos los que son ni son todos los que están: Son, simplemente, aquellos con los que Bogdanovich tuvo alguna relación, ya sea de años o de minutos. Es un texto sentido y nostálgico (Bogdanovich viene a ser como Garci: carrera de director herida de muerte, pero respetadísimo como estudioso de cine clásico), lleno de anécdotas vividas en primer persona. El breve capítulo dedicado a Montgomery Clift cuenta con afecto la única vez que Bogdanovich lo trató personalmente y es, desde luego, una historia digna de ser contada.

Puede decirse que Clift fue la primera estrella de Hollywood proveniente del famoso Método. Empieza su carrera unos años antes que Brando, y prefigura a actores como el sobrevalorado James Dean y el imprescindible Paul Newman. Sin perjuicio de ser un magnífico actor, es claro que buena parte del éxito de Clift se debió a su belleza, que le convirtió en los primeros años de su carrera en ídolo de adolescentes. Como es sabido, Clift sufrió un espeluznante accidente de tráfico en medio del rodaje de El Árbol de la Vida que le desfiguró salvajemente el rostro. Los médicos consiguieron dejarlo casi como antes, pero ese “casi” irrecuperable se llevó toda su adorada belleza. La película siguió rodándose y se estrenó con tomas anteriores y posteriores al accidente. Aún hoy resulta estremecedor ver El Arbol de la Vida, en la que parece que el mismo papel esté interpretado por dos hermanos: el guapo y el normalito. Las secuelas del accidente, unidas a su crecientes problemas personales (las drogas, la angustia que le generaba tener que ocultar su homosexualidad...) le llevaron cuesta abajo hasta su muerte en 1966, con tan solo 46 años.

Clift, antes y después.

Bogdánovich en los primeros años sesenta trabajaba en un cine dedicado a proyecciones especiales de homenaje con la asistencia de los actores o directores homenajeados. Con motivo de la proyección de “Yo Confieso”, de Hitchcock, asistió Montgomery Clift, protagonista de la cinta. La película es anterior al accidente, y allí estaba ese hombrecillo nervioso asistiendo a la proyección de aquella película protagonizada por un joven de rasgos perfectos con el que guardaba un cierto parecido.

El joven Bogdanovich, vio como a mitad de proyección Clift se levantaba de su asiento y se dirigía al vestíbulo a fumar un cigarrillo. Lo siguió, le dijo que trabajaba en aquel cine y que le gustaba mucho esa película y su trabajo en ella. Clift parecía no escucharlo. Sus manos retorcían un pañuelo y sus ojos, alterados, parecían mirar muy lejos. Bogdanovich le oyó mascullar “Es duro... Sí, es muy duro, chico” y el joven entendió a qué se estaba refiriendo. Entonces Bogdanovich tuvo una inspiración: “Señor Clift, me gustaría mucho que viera una cosa – dijo, mientras lo conducía hacía una mesa del vestíbulo en la que había un gran libro – Verá, hemos puesto este libro para que el público nos sugiera qué películas cree que deberíamos proyectar. Y mire esto...” Clift atendía amablemente pero sin demasiado interés al joven hasta que leyó lo que Bogdánovich le mostraba: alguien, con grandes y terminantes letras, había escrito en el libro: CUALQUIERA DE MONTGOMERY CLIFT. Al rostro prematuramente envejecido del actor asomó una pálida sonrisa y sus ojos se humedecieron. Balbuceó un escueto agradecimiento y corrió a esconder su emoción en la seguridad de la sala oscura, dejando a Bogdanovich en el vestíbulo desierto.

De “From here to Eternity”, una de las escenas más recordadas, con las lágrimas de Clift, como las que pudo ver Bogdanovich unos años después.






miércoles, 30 de septiembre de 2009

Jodecting People

Seguramente ya habrás visto este video: Hugh Jackman (Lobezno) y Daniel Craig (007) actúan juntos en una obra en Broadway. El teléfono de un espectador comienza a sonar. Sin parar. Jackman finalmente para la representación y se encara con el bonico del tó del teléfono diciéndole cosas como “venga, cógelo, podemos esperar”, que arrancan risas y aplausos de apoyo del público. Aunque decidieron echarlo a broma (evidenciando ser mas educados que el dueño del móvil), la tensión y la mala leche que les va subiendo son perfectamente perceptibles. Lo curioso es que el teléfono sigue sonando y sonando, prueba evidente de que el interfecto era sin duda un Joputa-telefonario Grado 3. Sí, hay tres grados. A saber:

a) Joputa-telefonario Grado 1 (J-T/G1): Es el espectador que, desoyendo los avisos de megafonía, ha dejado su móvil encendido. Éste se pone a sonar en medio de la representación, procediendo el J-T/G1 a apagarlo avergonzado entre los siseos de los circunstantes. Este J-T precisa una apercibidora colleja.
b) Joputa-telefonario Grado 2 (J-T/G2): Es el espectador que, desoyendo los avisos de megafonía, ha dejado su móvil encendido. Éste se pone a sonar en medio de la representación, procediendo el J-T/G2 a iniciar, sin el menor sonrojo, una conversación telefónica perfectamente audible que siempre comienza con “¿Dígame?...No puedo hablar más alto... Es que estoy en el teatro…”. La duración de la conversación varía según lo J que sea el J-T. Este J-T precisa una reeducador puñetazo en el puente de la nariz.
c) Joputa-telefonario Grado 3 (J-T/G3): Es el espectador que, desoyendo los avisos de megafonía, ha dejado su móvil encendido. Éste se pone a sonar en medio de la representación, procediendo el J-T/G3 a poner cara de poker como que la cosa no va con él y/o a unirse al coro de siseos desaprobatorios, escudando así su culpa en la multitud mientras deja que quién le llame se canse o se gaste la batería, lo que ocurra antes. Este J-T precisa una ejemplificante ejecución por culleus, pena de muerte aplicada en derecho romano y consistente en introducir al J-T/G3 en un saco de cuero después de ser apaleado, metiendo tambien en el saco una mona, un perro, un gallo y una serpiente; acto seguido, el saco se tira al agua, y el que se muera, peor para él. Sabios los romanos.
El del video es, obviamente un J-T/G3. Quod erat demostrandum.



Propongo desde aquí un cambio en el aviso previo a las representaciones. Algo así: "Señoras, señores: la representación va a comenzar. Se les recuerda que está prohibido hacer fotografías o grabaciones. Apaguen sus teléfonos moviles y relojes de alarma … de lo contrario, Lobezno y 007 le van a estar dando palos hasta que caiga en jueves el viernes santo. Gracias.”
A ver entonces quién es el guapo que se despista.

jueves, 24 de septiembre de 2009

La Visita que no tocó el timbre

Madame Blanche Du Mendì es mujer de variados talentos. Baste recordar ahora su habilidad para el regateo en zocos orientales, los varios premios de taxidermia en su haber, el perfecto equilibrio con que luce su mantilla en las múltiples estaciones de penitencia en las que procesiona con virginal recogimiento, o la pasión con que se entrega al coleccionismo de calendarios de bomberos semidesnudos.

Madame Du Mendì (septima por la izquierda) con unas amigas. La Señorita Doolitle, de ejercicios espirituales, no pudo asistir.



Pero sin duda uno de sus mayores talentos es el de recomendar, siempre con acierto, libros y películas. La otra noche tuvimos ocasión de ver The Visitor, una de sus últimas recomendaciones. Escrita y dirigida por Thomas Mcarthy, un tipo sensible e inteligente (de su anterior película, Vias Cruzadas, otra pequeña joya, ya hemos hablado por aquí: http://ingeniodelaescalera.blogspot.com/2008/09/peliculas-pequeas-talento-grande.html) que sabe contar historias, cosa que poca gente del cine sabe hacer, pese a que el cine debe ser eso: contar historias.
Del argumento The Visitor es mejor no contar demasiado, pero trata de la improbable amistad entre un taciturno profesor de universidad y un inmigrante sin papeles, trata del hastío de la soledad, de la necesidad de ser útil para sentirse vivo, de la ilusión por cambiar tu vida para mejor – siempre que el departamento de inmigración lo consienta-, del amor que llega cuando ya no se le espera… en fin, naderías.
La película descansa sobre las espaldas de Richard Jenkins, un actor secundario de toda la vida (esacaramesuena…) que, con una asombrosa sutileza y economía de medios (no puedo evitar acordarme de Spencer Tracy), compone un delicioso personaje cuyo corazón ves palpitar desde la primera escena.
Como ya no está en los cines, tendréis que alquilarla en el videoclub o pedirle una copia pirata a Gonzalez-Sinde.
Cualquier trailer de los que rondan por Internet te cuenta la película entera, estás avisado. Así que dejo este divertido fragmento que no cuenta nada, aunque la sonrisa del Sr. Jenkins lo dice todo.




sábado, 12 de septiembre de 2009

Los Escarabajos

Los medios de comunicación llevan días metiéndonos a los Beatles hasta en la sopa por los cuarenta años que ahora se cumplen desde su separación. Dejando de lado la irritante obsesión de los periodistas y las discográficas por las efemérides, nunca es mal momento para celebrar la grandeza de estos bichos.

Dejo aquí, para quien lo quiera coger, un estupendo disco del 2003 de versiones jazzísticas de los Beatles a cargo de la cantante Connie Evingson

http://www.mediafire.com/?g1qbm4moyjz

Siempre que se habla de los Beatles, parece que lo único importante hubiera sido el tandem Lennon/McArtney, olvidando las composiciones de George Harrison por el que siento una especial simpatía (“empatía con el segundón” podríamos llamar a esto). Suyas son, entre otras muchas “While My Guitar Gently Weeps”, “Something” o esta otra, que suena siempre que la Señorita Doolitle llega a casa:

Lecturas de verano

Algunas cosas de las que he leido este verano:

Un Hombre en la Oscuridad, de Paul Auster
Auster vuelve a sus juegos gozosos con la realidad y la ficción, la ficción dentro de la ficción y los mundos paralelos. Un anciano insomne distrae la espera del sueño inventando la historia de un hombre arrastrado de su mundo real (ficticio) a un mundo paralelo (ficticio dentro de la ficción desarrollada en la cabeza de un anciano ficticio creado por un Auster afortunadamente real). La novela habla también del afecto y de la fuerza de los lazos familiares. No es la mejor de sus novelas, ni la más significativa, y termina abruptamente, como con prisas. Pero es Auster y es, por tanto, de lo mejor que se escribe actualmente.
El Niño con el Pijama de Rayas, de... no importa de quién.Dejémoslo.
Por lo general, darle una oportunidad a un best seller suele terminar en una profunda decepción, y en el caso de El Niño con el Pijama de Rayas la decepción alcanza profundidades abisales. Este cuento extenso ( convertido en novela por el cicatero procedimiento de ampliar el tipo de letra y los márgenes, y dejar páginas en blanco entre capítulo y capítulo... e voilà!: Lo que era un cuento de apenas cincuenta páginas lo vendo como novela de doscientas), este cuento extenso, digo, parte de una buena premisa que el autor se encarga después de convertir en inverosímil. Es una buena premisa el hacer que se encuentren, separados por una alambrada, un niño judio preso en Auschwitz y el hijo de nueve años del comandante del campo. El problema (gordo, muy gordo) viene cuando el autor, al desarrollar esta idea pretende hacernos creer que el niño alemán, bien entrados los años 40 e hijo de un comandante nazi, no sabe quién es hitler ni qué pasa con los judios. Es como decir que en España, un niño nacido en 1931 no supiera en 1940 quien era franco. Esto sólo sería admisible en una novela que se llamase “El Niño de nueve años que despertó tras nueve años de coma y conoció al niño con el pijama de rayas”. No por tener nueve años se es idiota, del mismo modo que no por publicar una novela se deja de serlo. La falta de rigor y de seriedad al tratar según qué temas históricos es, además de una tomadura de pelo al lector, una falta de respeto a la memoria de las víctimas.
Germinal, de Emile Zola
La lectura más sorprendente y gratificante de este año. Siguiendo los consejos de la Pardo Bazán leo a Zola por primera vez. Si me hubieran dado el texto sin pastas, sin indicaciones del autor ni el título difícilmente habría pensado que se trata de una novela del S. XIX. Zola abandona los eufemismos, las alusiones veladas, y describe con crudeza la vida de de los mineros de la época, vida de animales sujetos a la yunta ,. Zola da ocasión a todos para que se expliquen: a los mineros (el hambre, la miseria, la rabia, la dignidad perdida, el sexo como único divertimento gratuito y como forma de dominación), a los propietarios (que no son malvados trazados con lapiz grueso: hay indolentes rentistas, sí, pero también hay inversores preocupados por un negocio en crisis, crisis que les impide mejorar los salarios.), y a los políticos que incitan a los mineros a la huelga (unos por genuino deseo de ayudar y otros pretendiendo, de paso, buscarse un carguillo). Zola, como autor omnisciente, nos muestra el alma y el pensamiento de todos los personajes, sus luces y sombras, y aunque pretende mostrar la realidad tal cual se manifiesta (aquello del Naturalismo...) se le ve el plumero: se nota su simpatía por todo rasgo de honradez, esfuerzo y piedad, ya aliente en el alma de un trabajador o de un patrono.
Leo en la web que esta novela fue mal acogida por las clases altas que, en su conjunto, no salen bien paradas. Leo también que el 5 de octubre de 1902 al entierro de Zola acudió una representación de los mineros franceses que, abriéndose paso entre la multitud, arrojó rosas rojas sobre la tumba del escritor mientras coreaban “¡ Ger-mi-nal, Ger-mi-nal, Ger-mi-nal,!".

viernes, 4 de septiembre de 2009

Dar en la tecla

Este hombre es un genio. Rowan Atkinson es mucho más que Mr. Bean. Puede que haga veinte años que pasaron por televisión una especie de documental en el que Atkinson, muy serio, en plan David Attenborough, explicaba las claves de la comedia y el humor con ejemplos ilustrativos. Si no me equivoco, a ese documental pertenece este ejemplo que encuentro en el Blog enchufa2. Este número, dificilísimo, requiere concentración, sentido del ritmo, sentido de la comedia y mucho, mucho ensayo. El resultado, si eres Rowan Atkinson, es una ejecución perfecta.

Como decían Faemino y Cansado: “¡Y luego dirán que esto del humor es facil!... ¡Pues hazlo tú!”

domingo, 30 de agosto de 2009

Atrapando el Instante (7)

James Cagney,
tomando un respiro.
Mújica Láinez,
recordando al Duque de Orsini.
Miles,
sacando un poco de cool de los labios de Jeanne Moreau.

Harvey el Conejo,
posando con su mejor amigo.
John Osborne,
mirando hacia adelante (parece que sin ira).


Jessica Tandy,
zarandeada por Brando y, pese a ello, confiando en la bondad de los desconocidos.
Robert Mitchum,
perdonándote la vida.

viernes, 21 de agosto de 2009

Alfredo, el Seguro.

Puede que a estas alturas pase del centenar el número de biografías/autobiografías que llevo leídas de actores, directores y animales de similar especie. Y de todas ellas, la de Alfredo Landa es de las más amenas. Está escrita por Marcos Ordóñez intentando - y consiguiendo – imitar la atropellada, vehemente y apasionada primera persona del singular que todos hemos visto de Landa en entrevistas y declaraciones públicas. Landa dicta sus memorias rondando los setenta y cinco años, retirado por convencimiento y satisfecho de su carrera. Landa no necesita ser modesto y refiere con esforzada sinceridad tanto sus aciertos como sus errores, no pide perdón por decir que está muy bien en Los Santos Inocentes o Canción de Cuna, porque páginas atrás no ha tenido problema en ponerse a caer de un burro en Polvos Mágicos o Los Días de Cabirio. Se autodefine como un hombre de mucho carácter (“Navarro”, dice él, como explicándolo todo) que ha tenido broncas monumentales con media profesión. Algunas han terminado bien y otras aún no han terminado.

Es en ese aspecto, en reseñar trifulcas o aspectos oscuros de sus compañeros, donde el libro comienza a dar pudor. Todo el mundo tiene amistades férreas y férreas enemistades. Y Landa más férreas todavía (por lo de ser navarro, vaya). Así que está en su derecho de tener en los altares a Bódalo o a Ferrandis o de decir que se parte la cara con cualquiera que se meta con Sacristán, y también está en su derecho de seguir ciscándose en los calostros de Jose Luis Dibildos por hacerle firmar un contrato leonino que lo tuvo persiguiendo suecas por cuatro duros durante casi una década. Pero lo que da pudor al lector ( a este pudoroso lector, al menos) son el resto de casos, los que no son ni amores ni odios pero ahora voy y cuento algo muy feo, u oscuro, o escandaloso de éste compañero de profesión. Uno es tan cotilla como el que más, y me gusta una anécdota jugosa del mundo de la farándula más que rascarme una pupa, pero uno se pregunta si era realmente necesario contar tal o cual anécdota que solo sirve para dejar caer una mancha sobre alguien del que acto seguido -por lo general - afirma que es o era un gran profesional y un tío estupendo. Pues si es un gran profesional y un tío/tía estupendo/a a lo mejor no se merece que hagas saber a todo el mundo, treinta o cuarenta años después, que te hizo una marranada para intentar quitarte un papel, o que se casó con un imbecil que le destrozó la vida, o que se arruinó la carrera por culpa de las drogas o que te propuso hacer un menage a trois (esto último, por cierto, lo cuenta de una respetada actriz actualmente octogenaria. ¡Epatante!). Puede que el exceso de sinceridad sea un defecto.

Tiene también el libro de Landa interesantes reflexiones sobre el arte de la interpretación, sobre todo las páginas que dedica a explicar cómo construyó a Paco el Bajo, el de Los Santos Inocentes. Se confiesa de la escuela de James Cagney, que resumia todos los mandamientos en uno: “Colócate en tus marcas, mira al otro a los ojos y di la verdad”. Y verdad hay en los ojos de Landa en todos los buenos trabajos que deja a sus espaldas.
No debió de serle facil zafarse de las suecas y del destape para conseguir que lo más recordado sea el Bosque Animado, o Los Santos Inocentes, o cualquiera de sus trabajos para Garci (en muchos casos, lo único bueno de la película) o el mejor Sancho Panza que se ha hecho hasta la fecha. Y es que Alfredo Landa - la obviedad fatiga – es de lo mejor que le ha pasado al cine español. Pese a las suecas. Pese a que últimamente se coma los morros con jimenez losantos (así, en minúscula). Y pese a que a la vejez se haya vuelto un bocazas (navarro, dice él).

Cinco minutos de Paco el Bajo y su señorito. Sobran las palabras:

La lluvia en Eslovenia es una pura maravilla

Doña Régula, Gobernadora de Cenestown, honra mi correo electrónico con curiosidades como esta: Perpetuum Jazzile es un coro esloveno emparentado con el Jazz y la Bossa Nova que se está haciendo famoso por extravagancias maravillosas como la de este video. Recomiendo subir los altavoces y no mirar a la pantalla durante los dos primeros minutos ... bueno, mira de vez en cuando.

domingo, 9 de agosto de 2009

Disciplina Francesa

Después de intentar poner el dvd de Cinema Paradiso que regalaron con El Mundo hace cinco años y descubrir que estaba defectuoso (¡Me las pagarás, PedroJotaCalvorota!), la Señorita Doolitle y yo nos animamos a ver Los Cuatrocientos Golpes... Ya sé, ya sé lo que estás pensando, Desocupado Lector: “Pero, ¿cómo? ¿El pedante este, que se las da de entendido, todavía no había visto Los Cuatrocientos Golpes, una de las grandes obras del cine universal?”. Pues te diré (además de que para pedante tú) que, efectivamente, mis tradicionales reticencias hacia el cine francés habían hecho que hasta la fecha lo más que conociera de Truffaut fuera su participación en Encuentros en la Tercera Fase y (semiolvidadas en un nebulosa infantil) La Noche Americana y una película sobre un niño salvaje que ahora mismo no se cómo se llama.
Bueno, el caso es que la otra noche vimos Los Cuatrocientos Golpes y, aunque aún no tengo claro porqué es una de las obras capitales de la historia del cine, lo que es cierto es que es una muy buena película, hecha con inteligencia y sensibilidad. Bajo una historia sencilla (las vivencias de un niño rebelde, sus problemas en casa y en la escuela) laten cuestiones de hondo calado. Aparentemente de pasada, la película habla de niños tristes que están de más en todas partes, de las estupideces del sistema educativo, de madres que no quieren a sus hijos… Internet está plagado de páginas que hablan de Truffaut y, especialmente, de esta película, así que cualquier cosa que añada sobre sus valores estaría copiada (y, además, recien aprendida).
Una curiosidad que me encanta y que no recuerdo que tenga parangón en la historia del cine: para interpretar al niño protagonista Truffaut eligió a Jean-Pierre Léaud, un chico de trece años que apenas había hecho cine. Y el director debió quedar contento, porque dedicó otras cuatro películas más a contar las andanzas de Antoine Doinel con el mismo actor de protagonista, que va madurando en pantalla al mismo tiempo que su personaje. Esto, junto al hecho de que la historia de Doinel contiene ciertas referencias a la propia vida de Truffaut, hacen muy interesante el visionado completo del ciclo. En las fotos siguientes, Leaud en las cinco películas sobre Doinel : Los Cuatrocientos Golpes(1959), El Amor a los Veinte Años(1962), Besos Robados(1968), Domicilio Conyugal (1970) y El Amor en Fuga(1978).



Por todo lo expuesto, hemos inaugurado el Ciclo Francois Truffaut a celebrar durante las próximas semanas. Bueno, la señorita Doolitle todavía no lo sabe, y no se cómo se lo va a tomar. Es que, sí, Los Cuatrocientos Golpes le gustó mucho pero, claro, al principio, por el título, pensó que era una peli de su adorado Bud Spencer. Yo no me atreví a sacarla de su error y se pasó la primera media hora mascullando “¿pero aquí cuando empiezan a repartir sopapos?"

Una escena simpática de la película: para captar las reacciones naturales de unos niños viendo marionetas Truffaut ocultó la cámara debajo del escenario:







Y una pequeña nota de humor: El profesor de gimnasia saca a la clase a correr por las calles de Paris y…






lunes, 3 de agosto de 2009

Amargas caricias

Mi sobrina Cecily y mi buen amigo Algernon participaron hace unas semanas en el montaje de la obra Caricias, de Sergi Belbel, que se estrenó en el Teatro Municipal de Peligros. Es un proyecto del Centro de Estudios Escénicos de Andalucía (ESCÉNICA), que se configura como trabajo fin de curso de los alumnos y que, como absurda consecuencia, se representa sólo una vez.
Debo confesar que Belbel me cansa un poquito. Reconozco la calidad de sus textos, lo acabado de su estructura, pero la temática – especialmente en esta obra – me cansa. Tengo perfectamente claro que su intención en Caricias –obra integrada por escenas independientes, o no, con personajes distintos... o no - no es reflejar una media estadística de la sociedad moderna (vaya, espero que no, al menos), pero hay demasiado incesto, drogas, prostitución, maltrato familiar y violencia de género como para que no me sienta saturado. No es que me escandalice, ojo, es que me saturo.
Pero lo que sí es este texto es un reto para actores valientes. Y bravos como mihuras fueron los seis actores que se desgarraron, se destrozaron y se desnudaron – algunos, literalmente – ante nuestros ojos. Ninguna de las escenas era fácil y en todas se respiraba verdad. Siento no poder dar los nombres de algunos actores por haber perdido el programa, pero todos ellos son dignos de mención, especialmente porque todos ellos hacían doblete, lo que dificulta aún más la tarea: El mendigo que no puede o no quiere recordar su pasado es poco después un padre de familia supuestamente modélico. La anciana arrasada por la vida pasa poco después a ser la madre animosa que calla todo lo que ve. El marido cuasi-robótico se transforma con facilidad en un abominable padre incestuoso y en un ridículo amante despechado.
Mi buen amigo Algernon (bajo el pseudónimo de Alejandro Colera) sencillamente asombra. Especialmente en sus complejas recreaciones del chapero y del adolescente empastillado (en este último papel convierte su texto en una vertiginosa pirueta solo apta para vocalizadores experimentados)
Mi querida sobrina Cecily (que para la ocasión ocultó el nombre con el que la llevé a la Pila tras el alias de Victoria Peinado) nos hizo creer de nuevo que es fácil lo difícil y nos ofreció con sus distintos papeles un muestrario real y descarnado de los diversos dolores que pueden ocultar las relaciones familiares y/o amorosas.
Un montaje de esta calidad (dejando a un lado mis objeciones sobre el texto) no puede ni debe limitarse a una función de debut y despedida. Es un derroche. De talento y de dinero. Y no estamos para derrochar.


Cecily y Algernon, transmutados.

martes, 28 de julio de 2009

Poetry in Motion

Porque a la Señorita Doolitle le gusta verlos cantar y bailar, y porque el mundo debe saber de quienes aprendieron Varisnikov y Placido Domingo todo lo que saben, aquí están de nuevo Stan y Ollie derrochando talento



Y este ya lo subí hace tiempo, pero una vez no es suficiente: