sábado, 31 de enero de 2009

Bailar Pegados

Esta noche vamos al teatro y todavía no he hablado de lo que vimos la semana pasada. Se me acumula el trabajo. El sábado pasado vimos el montaje del Centro Dramático NacionalSí, pero no lo soy”, con texto y dirección de Alfrezo Sanzol. En una boîte semivacía cinco personajes (tres hombres, dos mujeres) sacados de la década de los sesenta bailan agarrao, medio borrachos y soñolientos, en lo que parecen las últimas horas de la noche. Suaves cambios de luz van dando paso a los breves sketches (yo diría que más de quince) que componen el texto. Los actores van interpretando distintos personajes y las piezas, sin ilación ni conexión entre sí, se van sucediendo intercaladas por divertidas coreografías al ritmo de música lounge. Predominan los textos humorísticos, sin perjuicio de algunos intensos momentos dramáticos muy bien aprovechados por los actores. El texto es un cajón de sastre, un … ¿Cómo decirlo? … una , ejem, maleta repleta de historias con un nexo común que no es un verdadero nexo porque no las une en ningún sentido. Y es que lo mismo podían estar en una sala de fiestas que en la cola del cine o , por decir algo, en – ejem, ejem - la sala de espera de un aeropuerto.

Los actores son todos magníficos, el espectáculo está dirigido y ensayado al milímetro y el texto es divertido, en ocasiones desternillante. Un gran espectáculo dentro de su género. El problema es que este género menor del sketch cómico, casi café-teatro, no es el género que debiera cultivar el Centro Dramático Nacional. Es sólo mi opinión, desde luego, y se me podrá decir que no hay género pequeño si se hace con dignidad y tal. Pero tengo para mí - y estaré equivocado, oiga, vaya usted a saber – que el Teatro Público (con su/nuestro presupuesto y sus/nuestros medios) tiene la obligación de llegar a donde las Compañías Privadas no llegan o mueren al llegar.

Otra cosa: los responsables del teatro Alhambra deberían imponer un sistema de entrega de entradas en taquilla más rápido que el actual, consistente en tener que hacer una única y kilométrica fila, todos juntos, los que tienen la entrada pagada desde hace meses y los que pasaban por allí y dijeron “a ver si quedan entradas”. El citado sistema provocó que el espectáculo empezara con 25 minutos de retraso y con importantes daños colaterales: Los actores, que recibían al público a telón abierto bailando, bailando estuvieron media hora larga; los últimos espectadores en entrar a la sala, que entraban tarde pese a haber hecho cola con tiempo más que suficiente, eran increpados por algunos espectadores que, habiendo llegado los primeros, no tenían ni idea del follón que había en taquilla … ¡Total, una risas...!


... Por culpa de esta obra, la Srita Doolitle lleva toda la semana bailando el twist,
con grave riesgo de las porcelanas de la salita de recibir

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