viernes, 15 de agosto de 2008

Acerca de la comedia

J.B. Priestley, en el prólogo a sus comedias reunidas reflexiona sobre el arte de la comedia y la importancia de encontrar el tono justo:

“En mi opinión, sólo en la farsa más libre es legítimo recurrir a cualquier truco para provocar la hilaridad. Pero, en lo que respecta a la realización de una comedia, esta pauta puede resultar peligrosísima (...) El director de una comedia debe plantearse el problema de descubrir y explotar hasta el máximo la índole particular del efecto cómico buscado por el autor, en lugar de hacer cualquier cosa para provocar la hilaridad. Caerse al suelo repetidas veces o arrojarse pasteles, siempre arrancará carcajadas más estentóreas que los más diestros ejemplos de absurdo mental. Yo también disfruto con las mayores payasadas, pero en el lugar oportuno. A menudo los actores yerran aquí, porque, habiéndoles caído en suerte un papel cómico, consideran que toda carcajada, no importa cómo se provoque, representa una valiosa contribución personal a la producción en cuestión, cuando en realidad pueden estar fácilmente sacrificando toda la estructura y el valor de una escena, así como cualquier impresión perdurable que pueda dejar en el público, en virtud de estos dudosos triunfos. Toda comedia digna de representarse posee su atmósfera, sabor y atractivo particulares, que no deben sacrificarse a la peligrosa idea de que cada carcajada vale cinco libras esterlinas. Siempre es posible que unas cuantas carcajadas de cinco libras esterlinas cuesten al final varios millares de libras.”

Y, a propósito de comedia y cómicos, todo el mundo en pie:

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