sábado, 13 de febrero de 2010

Genio encadenado.

La vida de Orson Welles daría para varias novelas. Un monólogo sobre Orson Welles podría durar horas y horas sin fatigar, sobre todo si el nuevo Orson es José María Pou.
La Señorita Doolittle y yo asistimos la otra noche a la representación de “Su seguro servidor, Orson Welles” de Richard France. Un casi monólogo en el que un Orson Welles que no sabe que en unos meses tendrá un ataque al corazón que dará con sus cenizas en un patio andaluz, vende su voz para cuñas publicitarias de laxante y comida para perros mientras espera una llamada de Spielberg al que cree haber convencido para financiar su largamente demorado rodaje de El Quijote. La conversación con el joven técnico de sonido con el que graba las cuñas da lugar a que el señor Welles recuerde anécdotas - gloriosas, tiernas, divertidas, grotescas - de su vida pasada. La pena es que con este material de partida se podría haber escrito un texto bastante mejor. La suerte es que José María Pou puede convertir las páginas amarillas en un acontecimiento teatral. Con su barriga falsa, su alta estatura, su esforzado trabajo de voz y su apabullante presencia escénica, Pou es el espectáculo. Sobre el oscuro inicial se oye el chasquido de un mechero y vemos su rostro parcialmente iluminado al encender el inevitable habano: ahí está el personaje. Pou compone un Welles dolorido, iracundo, hedonista y conmovedor que cumple las expectativas de parecido razonable con el personaje público, al tiempo que explora el tormento de quien se sabía genio, mas genio encadenado.
Existe un documental sobre la preparación de este espectáculo. Se llama Máscaras y que sepas, Doolittle, que lo vas a ver en breve. Sí. Te aguantas.

¿A que tiene buena pinta?