Habla Bogdanovich del cariño que durante décadas profesó el público al actor y de cómo ese cariño podría explicarse con una simple regla de trabajo que Stewart le revelo en una ocasión: “En esta empresa, no puedes tratar al espectador como un cliente, sino como a tu socio”
Stewart participó como piloto de las Fuerzas Aéreas en la segunda guerra mundial, y lo que tuvo que ver y hacer le afectó profundamente, hasta el punto de que se planteó dejar el cine cuando terminase Qué bello es Vivir, su primer compromiso tras la guerra. Empezó a plantearse que el cine se había convertido en una tontería, en algo sin importancia en comparación con lo que había visto, que ser actor no era una profesión útil en el mundo desencantado y súbitamente adulto que siguió al derrocamiento del nazismo. Estas reflexiones llegaron a oídos de Lionel Barrymore, el malo de Qué bello es vivir, que acudió al rescate. “Tengo entendido que quieres dejarlo. Que no crees que la interpretación sea una profesión importante”. “Emmm, bueno… emmm, sí”, balbuceó Stewart empequeñecido por la inmensa autoridad del mítico Barrymore. “Pero no te das cuenta – prosiguió el anciano – de que conmueves a millones de personas, de que das forma a sus vidas, de que les das una razón para elevarse? ¿Qué otra profesión tiene ese poder? Que otra profesión puede ser más importante? Un mal actor es un mal actor, pero un buen actor, jovencito, puede hacer mucho bien. La interpretación es una de las más viejas y nobles profesiones del mundo. No lo olvides”. Por más que las distintas artes narrativas nos quieran convencer de lo contrario, una vida no cambia por una conversación, pero el discurso de Barrymore debió tener cierto efecto en la decisión final de Stewart de seguir en el cine…¡y cómo!
Barrymore, Stewart y la más vieja y noble profesión del mundo.
1 comentario:
Me ha encantado la reflexión de James sobre cómo hay que tratar al público, como a un socio. Me quedo con eso y me lo apunto.
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