domingo, 28 de septiembre de 2008

Huevos fritos con chocolate

Comenzó este fin de semana la temporada del Teatro Alhambra, y lo hizo con la afamada compañía Animalario. Hace un par de años trajeron Hamelín, sobre los abusos a menores, con una original puesta en escena y unos actores perfectos. Una arriesgada propuesta de la que nació un gran montaje. Por el contrario ayer vimos lo que tambien es una arriesgada propuesta, pero que no da lugar a un buen espectáculo.

¿Puede representarse la comedia Arlequino servidor de dos amos como un drama sobre la inmigración? ¿Puede utilizarse Cuatro Corazones con Freno y Marcha Atrás para poner en escena las tragedias del conflicto intergeneracional? ¿Puede convertirse Anacleto se divorcia en Despues de la Caida? ¿Se pueden mojar chocolatinas en el huevo frito? Poderse, se puede; pero a lo mejor no es buena idea.

Argelino, servidor de dos amos es una libérrima adaptación del Arlequino de Goldoni transformado de forma intermitente (un rato sí, un rato no) en denuncia del maltrato al inmigrante. El problema, creo, está en la mezcla de géneros, cosa siempre arriesgada: las partes de la trama del servidor de dos amos seguían siendo de comedia de polichinelas, y las partes de denuncia social eran crudas y sin concesiones, por lo general hablando directamente al público para lograr una mayor implicación. De esta forma, el público asistía a cinco minutos de comedia bufa, seguidos de cinco minutos de pateras a la deriva, explotación sexual y hambre; y vuelta a empezar. El público no sabe a qué carta quedarse, y decide no quedarse con ninguna: ni se ríe demasiado con las partes cómicas, ni – lo que es peor – se sobrecoge demasiado con los demoledores testimonios de Argelino y los demás parias. A mitad de la función, un susurro desde una butaca cercana fue bastante certero: “El mensaje de denuncia ya lo he captado y la trama cómica no me hace gracia” Imagino que ya contaban con el peligro de que esto pudiera ocurrir, pero no han conseguido evitarlo. Uno no puede dejar de preguntarse porqué el adaptador del texto – el actor Alberto San Juan – no optó por escribir un texto íntegramente propio sobre la situación de los inmigrantes. Seguramente el resultado sería mejor y, desde luego, más efectivo.

Y la pena es que los actores, todos, estaban estupendos, con un montaje complicado y milimétricamente dirigido. Pero al servicio de una frustrada y frustrante mezcla de géneros. No digo que no pueda conseguirse, solo digo que Argelino no lo consigue.

Y una cosita sobre el nuevo e inauguradísimo Teatro Alhambra: entre la innecesaria calefacción y el inhumano estabulamiento, no descarto que en mitad de una función entre a liberar al publico un grupo de ecologistas encapuchados, de esos que liberan granjas de pollos. Ayer lo hubiéramos agradecido.

El Teatro Alhambra anoche: yo soy el de las gafas. A mi izquierda, la Señorita Doolitle

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