viernes, 26 de febrero de 2010

Dando la nota

¡Maldita sea! ¡A mi nunca me pasan estas cosas!

jueves, 25 de febrero de 2010

Amor y Pedagogía

La Cinta Blanca, de Michael Haneke, se desarrolla en un pueblecito alemán unos años antes del inicio de la primera guerra mundial. Comienza con la voz en off de uno de los personajes, que nos dice que quizá los acontecimientos que va a narrar pudieran acaso explicar los derroteros que tomó su país en los años siguientes. En el pueblecito idílico empiezan a sucederse episodios de absurda violencia sin que nadie pueda explicar a qué ni a quién se deben. En una línea, ese es el argumento de la película. Pero hay más: El vasallaje al señor del lugar, la infancia arrasada por una férrea educación exenta de toda ternura, las habladurías como cuarto poder de la pequeña comunidad, la sonrisa que esconde al monstruo... Y todo ello meramente sugerido, dejándolo todo abierto a diversas interpretaciones. Y es que todo en La Cinta Blanca tiene una deliberada contención: el amor carece de pasión, el sexo es frío, la ira se dibuja con un árido blanco y negro.
Buena película, que parece tener todas las papeletas para ganar el Oscar a mejor película de habla no inglesa (aunque uno, modestamente, considera muy superior El Secreto de sus Ojos, y casi cualquier cosa que haya rodado Campanella).
Al recoger alguno de los muchos premios que se está llevando la película, Haneke lo dedicó a los niños que actúan en ella. Viendo escenas como esta se entiende:

domingo, 14 de febrero de 2010

Gravemente ABURRIDA. No debe verse.

Cuando la generación de mis padres iba al cine a ver Gilda o Arroz Amargo se encontraba la siguiente calificación moral: “Gravemente peligrosa. No debe verse”. Desde aquí propongo que en lo sucesivo se haga algo parecido con las películas que atenten contra el más mínimo sentido del entretenimiento, como la que vimos el lunes pasado.

Ya habré mencionado anteriormente la tontería que tengo yo con los Oscars: tengo que ver el mayor número posible de películas nominadas antes de la ceremonia y luego ver la ceremonia en directo y cogerme unos cabreos de no te menees. No sé porqué lo hago. Carencia de alguna vitamina básica para el correcto funcionamiento neuronal, supongo.

El caso es que el otro día convencí a la Señorita Doolitle para ver En Tierra Hostil, película que está nominada a casi todo. De no ser por tanta nominación, no tendría yo demasiado interés en la vida de los desactivadores de bombas norteamericanos en Irak. Y la Señorita Doolitle, que odia minuciosamente al Imperio Yanky, menos todavía. Pero, me dije, algo tendrá el agua cuando la bendicen. Bueno, pues “el agua” no tiene nada. Básicamente la película es una sucesión de desactivaciones de bombas – a quince minutos por bomba menos o menos – alternada con breves momentos de ruda camaradería militar, de esa que estamos hartos de ver en millones de películas. Entiendo las nominaciones técnicas y entiendo la nominación de la directora – las escenas de desactivación están magníficamente planeadas, rodadas y montadas- , pero no es una de las cinco mejores películas de este año (ni de las ciento cinco, caramba), su protagonista no hace una de las cinco mejores interpretaciones del año ( si es por componer tíos duros e irónicos Robert Mitchum debería haber sido nominado setenta veces, y con más merecimiento que este aburrido señor) y definitivamente no es uno de los cinco mejores guiones del año (a ver: NO ES UN GUIÓN). Nota: el cartel está boca abajo a caso hecho. por pesada. Sobre cualquier actividad profesional se puede hacer una película entretenida: la vida de un pescadero puede dar para una película apasionante siempre que no te limites durante ciento veinte minutos a mostrarme una y otra vez al pescadero limpiando boquerones. Pues eso.

Si al truño de película añadimos el asfixiante calor que hacía en la sala (ha vuelto el destape a los cines de Granada, pero ahora es el público el que se despelota para sobrevivir a la calefacción) es fácil comprender que la Señorita Doolittle no estuviera muy contenta con mi propuesta de ocio vespertino: Cuando se hizo la luz en la sala, en un rápido movimiento de muñeca saco sus lunchacos de su bolso Loewe …y es lo ultimo que recuerdo hasta hace un rato que he recuperado el conocimiento.

Y como me niego a poner siquiera el trailer del rollo que vimos el otro día, ahí van dos minutos y medio de “En el estanque dorado”. Porque en esos dos minutos y medio hay más cine que en las innecesarias dos horas de “En tierra hostil”, y porque Henry Fonda era un tío estupendo. Y porque me da la gana.

sábado, 13 de febrero de 2010

Genio encadenado.

La vida de Orson Welles daría para varias novelas. Un monólogo sobre Orson Welles podría durar horas y horas sin fatigar, sobre todo si el nuevo Orson es José María Pou.
La Señorita Doolittle y yo asistimos la otra noche a la representación de “Su seguro servidor, Orson Welles” de Richard France. Un casi monólogo en el que un Orson Welles que no sabe que en unos meses tendrá un ataque al corazón que dará con sus cenizas en un patio andaluz, vende su voz para cuñas publicitarias de laxante y comida para perros mientras espera una llamada de Spielberg al que cree haber convencido para financiar su largamente demorado rodaje de El Quijote. La conversación con el joven técnico de sonido con el que graba las cuñas da lugar a que el señor Welles recuerde anécdotas - gloriosas, tiernas, divertidas, grotescas - de su vida pasada. La pena es que con este material de partida se podría haber escrito un texto bastante mejor. La suerte es que José María Pou puede convertir las páginas amarillas en un acontecimiento teatral. Con su barriga falsa, su alta estatura, su esforzado trabajo de voz y su apabullante presencia escénica, Pou es el espectáculo. Sobre el oscuro inicial se oye el chasquido de un mechero y vemos su rostro parcialmente iluminado al encender el inevitable habano: ahí está el personaje. Pou compone un Welles dolorido, iracundo, hedonista y conmovedor que cumple las expectativas de parecido razonable con el personaje público, al tiempo que explora el tormento de quien se sabía genio, mas genio encadenado.
Existe un documental sobre la preparación de este espectáculo. Se llama Máscaras y que sepas, Doolittle, que lo vas a ver en breve. Sí. Te aguantas.

¿A que tiene buena pinta?

jueves, 28 de enero de 2010

Volando voy.

Ayer fui con la señorita Doolitle a ver Up In The Air. Tuve que hacerle creer que el prota era Hugh Jackman por que a Clooney no lo traga. Le semana que viene pretendo llevarla a ver Nine, pero por dios que nadie le diga que es un musical. Mi vida es así: pura desazón...
Jasón Reitman hace buenas películas que te invitan a pensar sin adoptar nunca un tono de intelectual plomizo. Sus dos anteriores películas (Gracias Por Fumar y, sobre todo, Juno) son muy recomendables, y Up In The Air, puede que sea aún mejor. Un protagonista perfectamente dibujado se mueve sin descanso por un mundo empresarial global, dedicándose a despedir a los empleados de otros, como un verdugo piadoso. Y le gusta su trabajo, le encanta viajar en avión constantemente. Por que es un tiburón. Y los tiburones se hunden cuando no están en movimiento. Este es el arranque de una historia de amor sin amor, de fría amistad, de firmes principios de barro. Y el Reitman guionista aún tiene tiempo para dar unas pinceladas sobre la cosificación del trabajador, motita prescindible cuando la crisis aprieta. El tiburón Clooney está perfecto en un papel probablemente escrito a medida, e igualmente reseñables son los trabajos de las dos actrices que comparten el peso de la película.

miércoles, 27 de enero de 2010

Supera eso.

No quisiera estar en el pellejo del productor de la próxima ceremonia de entrega de los Premios Tony´s, los premios teatrales de EE.UU. Lo digo porque, concebido como espectáculo televisivo, la emisión de cada año debe superar a la anterior. Y a ver cómo se supera un número de apertura en el que sólo en once minutos, cruzando números y mezclando canciones de los distintos espectáculos, actúan Elton John, Stockard Channing, Dolly Parton, Allyson Janney, Liza Minnelly, y los repartos y cuerpos de baile de West Side Story, Guys and Dolls, Rock og Ages, Shrek y Hair, terminando estos últimos cantando “Let the Sunshine” al que se unen todos los anteriores y buena parte del público. Todo el teatro musical de Broadway condensado en un solo número. En total, varios cientos de artistas entrando y saliendo sin ningún error (o casi). Merece la pena verlo entero (está en dos partes). A mi me parece una verdadera maravilla y “Let the Sunshine” siempre me pone de buen humor.

miércoles, 20 de enero de 2010

Mi cuento de Navidad de Dickens

Mamá Noel me trajo una cuidadísima edición – lástima, faltan los grabados – de Nuestro Común Amigo, la última novela que terminó Dickens. La siguiente, El Misterio de Edwin Drood, una novela policíaca, quedó inconclusa, llevándose Dickens a la tumba el final y dejando el misterio sin resolver. Por cierto que de esa novela sin final existe una versión de comedia musical en la que, en el entreacto, el público decide entre distintos finales alternativos que se le ofrecen y, en función del resultado de la votación, concluye la comedia.

Pero volviendo a Nuestro Común Amigo, es ésta una novela madura, densa en ocasiones – es un Dickens para iniciados en el género - , perfectamente estructurada, en la que decenas de personajes trazados al detalle se interrelacionan en una sociedad – verdadera protagonista – de hipócritas adoradores de becerros de oro. El Dickens crepuscular que escribe esta novela incluso abandona su tradicional tendencia al maniqueísmo, humanizando a los inevitables malvados, que trascienden así de la mera caricatura, y mostrando las dudas y caídas de los héroes de su historia.

Ya he cantado aquí en alguna ocasión las alabanzas que en mi opinión merece la BBC por llevar décadas adaptando con exactitud y preciosismo las grandes obras de su literatura en series y miniseries. Su empeño le lleva incluso a retomar novelas ya adaptadas en años anteriores para rehacerlas con nuevos equipos artísticos y técnicos. Así, IMDB da cuenta de hasta tres adaptaciones de Nuestro Común Amigo, la última de las cuales, de 1997, puedes obtener subtitulada al castellano en el proveedor habitual de archivos que comparte nombre con el híbrido estéril que resulta de la cruza entre la yegua y el burro o asno...Voy por el tercero de los cuatro capítulos y puedo decir que es lo máximo que se le puede pedir a una adaptación. Los ingleses cocinar no, pero esto de las adaptaciones televisivas lo tienen dominado.