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miércoles, 22 de diciembre de 2010

ÚLTIMA HORA

Un corto de 30 segundos de los grandísimos Mar Delgado y Esaú Dharma, futuros ganadores - en varias categorías - del Notodofilm de este año. ¿El chico es Hugh Jackman, no?

viernes, 10 de diciembre de 2010

La Educación Sentimental

Tan acostumbrados a que la televisión sirva su ración diaria de violencia fanática, ambición especuladora y vacuos modelos de conducta, es un placer ver como un hombre se baja de todos sus pedestales para gritar al mundo su puro, rendido y absoluto amor.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Cuatro horas y a casita

No sé si este tipo es un genio o un cuentista, pero durante nueve minutos y medio me ha mantenido ilusionado. Más de lo que consiguió Avatar, por ejemplo.

Pues venga: mañana que todo el mundo llegue a las 11:00 al trabajo con este video en el pendrive para ponérselo al jefe. Mira que si está de acuerdo...

jueves, 2 de diciembre de 2010

El abrazo de Thomas

En 1972, Thomas, un joven cantante alemán, intentó ingresar en el Conservatorio de Hannover. La normativa del centro impidió que fuera aceptado. La razón que le dieron fue que no podía cursar piano complementario porque físicamente no podía abarcar el teclado del piano. Pero Thomas no se desanimó.

A día de hoy Thomas Quasthoff es uno de los intérpretes más destacados de su generación, estrella de la Deutsche Grammophon y reclamado por teatros de ópera y Festivales de todo el mundo. Para llegar a eso, Thomas dejó de lado la opinión del Conservatorio de Hannover, que lo inadmitió por razones que nada tenían que ver con su voz y comenzó sus estudios con una profesora particular. Al mismo tiempo estudió derecho y trabajó como locutor de radio, cantante de jazz en locales nocturnos y, con el tiempo, profesor de canto.

Los aficionados y entendidos en ópera ( no soy ni lo uno ni lo otro) lo tienen por uno de los referentes actuales del bel canto. Aplauden su trabajo y reclaman su presencia y sus grabaciones. No les importa que los brazos de Thomas no puedan abarcar el teclado de un piano. No les importa que a la madre de Thomas le prescribieran talidomida durante el embarazo y que por eso Thomas, como otros miles de niños de su generación, naciera con una grave malformación física, llegando a la edad adulta con la estatura de un niño y unos bracitos apenas formados, demasiado pequeños para abarcar el teclado de un piano.

Como descanso de su ingente producción operística y puede que añorando sus tiempos de Jazzman, Thomas publicó hace unos años un magnífico disco de standards de jazz bajo el título de Watch what happens y ahora estrena Tell it like it is, en el que versiona éxitos de jazz, soul, blues y rock realzándolos con la maestría de su voz. Reinterpreta a Tina Turner (I can’t stand the rain), iguala ( y puede que mejore) la intensidad dramática de B.B. King en Send me someone to love, se ríe del mundo versionando el polémico Short people (gente bajita) de Randy Newman y añade una más a la ya larga lista de grandes versiones de Georgia on my mind. Un disco para comprar.

Y este hombre no pudo acceder al conservatorio porque sus bracitos no podían abarcar el teclado de un piano. De nada valía que su voz tuviera la fuerza de mil brazos y la caricia de las manos más suaves. Una ciega decisión de un tribunal de mentes cortitas, discapacitadas para apreciar el talento de este tío tan grande.

sábado, 13 de noviembre de 2010

¡Que le corten la cabeza!

“ ... Y dijo el Sentido Común: Todos estos mandamientos teatrales se resumen en uno: No aburrirás al prójimo” Poco de este catecismo (que, vale, me acabo de inventar) conocen los responsables de la versión de María Estuardo de Schiller que padecimos la otra noche en el teatro Alhambra. No sería justo no valorar el trabajo de algunos de los actores de la compañía – no todos - y el buen planteamiento escenográfico, sencillo y efectivo. Pero, al margen de eso, se queda uno con la duda de a qué viene tomarse el trabajo de montar este espectáculo, porque lo que al parecer es lo único que se quiere contar (que el poder corrompe, que la política atrae a las alimañas y tal) queda claro en cosa de diez minutos, y los interminables noventa restantes es solo dar golpes en el mismo yunque. La modernización visual de la corte Isabelina, si bien responde al deseo de abaratar costes, permite el interesante juego de las cámaras de video y las proyecciones al fondo del escenario. Pero hay moderneces que no y que no: ¿Cuando dramatúrgicamente me viene bien hago que los personajes se comuniquen graves cuestiones de Estado por carta manuscrita que tarda semanas en llegar, y al rato, porque también me viene bien, les hago salir con una grabadora digital en el bolsillo? ¡Venga, hombre! Otra: dos caballeros discutiendo de alta política de repente se agarran y comienzan a bailar un tango mientras siguen su conversación. Son esas pequeñas cosas que hacen que el espectador desee estar en el dentista en lugar de en su butaca. El video de la obra es mejor que la propia obra. Curioso.

Pastillas para el corazón.

Berlanga esta malito. Muy malito, al parecer. Pero aún le sobran ganas de hacer algo por los demás si se lo permite la salud. Por eso ha dado su imagen a la campaña de Médicos Sin Fronteras para la venta de caramelos de menta con los que se ayuda al tercer mundo. Se venden en farmacias. Un euro, una caja. No parece mucho, pero parece que sí es mucho. A Don Luis lo han tenido que doblar porque ya no le queda voz. Pero aún le queda mucho corazón.

Venga, todo el mundo corriendo a la farmacia.

viernes, 22 de octubre de 2010

Clase

El programa de Wyoming te puede gustar más o menos, pero este video merece la pena ser visto, porque recoge varias de las intolerables reacciones que varios energúmenos enfundados en Armani han vomitado en las últimas horas con motivo del nombramiento de nuevos ministros. En el video están a partir del minuto cuatro. Lo que hay antes son las alabanzas y críticas de rigor. Pero a partir del minuto cuatro comienza la vergonzosa descalificación de mujeres por el mero hecho de ser mujeres. No vamos a aprender nunca. Esto no es una cuestión política, ni de izquierda o derecha, esto repugna al más mínimo sentido del decoro. Las declaraciones se comentan ellas solitas:




Y desde anoche no se me quita esta canción de la cabeza:

viernes, 15 de octubre de 2010

Españolito que vienes al mundo...

Cuando la Señorita Doolitle rebusca en nuestra modesta biblioteca, formada por aportaciones de ambos al haber común, acrecentada ahora con carácter de bien ganancial y fruto en definitiva de un delito de bibliofilia del que ambos somos coautores pero que, injusticias procesales de la vida en pareja, sólo a mi se me imputa cuando empieza a faltar espacio para necesidades de segundo orden, cuando la Señorita Doolitle rebusca en nuestra biblioteca, decía, en ocasiones lo hace al grito de “¡Necesito literatura femenina!”, lo que indefectiblemente abre un debate en el que la mayoría de los participantes – es decir, ella – afirma que por supuesto que hay una sensibilidad distintiva inequívoca en los textos escritos por mujeres y que hay que ser muy burro pero mucho para no apreciar la diferencia, mientras que una minoría – es decir, yo – afirma que tener pechos sólo es una circunstancia verdaderamente relevante en literatura si tamaño de éstos dificulta el acceso al teclado del ordenador. No niego que, por ejemplo, a Pardo Bazán le influyera el hecho de ser mujer, pero no en menor medida que el ser gallega, o de buena familia, o incapaz de enfundarse la talla 38. Al margen de discusiones domésticas sobre las que el tiempo me dará la razón – para eso están los biógrafos – y que reflejo aquí con la sola intención de meterme una mititilla con la hermosa hacedora del aire que me rodea porque hace mucho que no lo hago y la blogosfera lo estaba echando en falta, lo cierto es que debo agradecer a la Señorita Doolitle el descubrimiento de Almudena Grandes y la novela que, por el momento es lo mejor que he leído este año: El Corazón Helado.

No es fácil hacer una sinopsis de las novecientas páginas de El Corazón Helado sin contar partes que no deban desvelarse, opinión no compartida por el autor de la reseña de la contraportada de la edición de Tusquets, que no tiene reparo en chafarte la trama de las primeras cuatrocientas páginas y luego se fuma un puro. Qué manía hay ahora de contar los argumentos para atraer a un público que precisamente por eso debería perder todo el interés. ¿Habéis visto últimamente algún trailer de cine?: “Nadie sabía en el motel que el asesino era Norman Bates disfrazado de su madre...” Es para morirse.

Bueno, a lo que iba, que llevo tiempo sin entrar aquí y se me acentúa la logorréa dactilográfica: cumpliendo el vaticinio de Machado, una de las dos Españas ( o acaso las dos) hiela el corazón de Álvaro al descubrir un pasado familiar vergonzoso, una fortuna cimentada sobre el material de derrumbe de los perdedores de la Guerra Civil, un patriarca semidiós, intachable, que oculta a un monstruo sonriente y satisfecho. Y con esta trama familiar que tiene algo de Shakespeariana, y con una estructura complejísima para el escritor pero que fluye con frescura para el lector, Almudena Grandes nos recuerda unas cuantas cosas de nuestra historia que no conviene olvidar.

Cosas como la Ley de Responsabilidades Políticas, que amparaba la requisición y subasta de bienes de «las personas, tanto jurídicas como físicas, que desde el primero de octubre de 1934 y antes del 18 de julio de 1936, contribuyeron a crear o a agravar la subversión (sic) de todo orden de que se hizo víctima a España», las que hubieran «ocupado cargos políticos durante el Frente Popular» o, simplemente, las que se hubieran «declarado públicamente a su favor». Esta Ley, que repugna al más primario sentido común, permitía y permitió a los afectos el régimen quedarse con cuantas propiedades de los vencidos se les antojaron, especialmente con las de los exiliados que, ignorantes de todo, en algunos casos sólo décadas después tuvieron noticia del expolio. Y aunque teóricamente estuvo en vigor de 1939 a 1945, la Ley siguió dando su negro fruto hasta bien entrados los años sesenta gracias a la connivencia de funcionarios y fedatarios que, untados o amenazados, estampaban su firma junto a fechas falseadas.

Cosas como La División Azul, con la que franco consolidó su política de acercamiento y fricción lingual al trasero hitleriano, enviando al frente ruso, a la muerte o a la mutilación por congelación, a los más afectos a su cruzada. Quizá sentía que aún habían muerto pocos españoles por él o contra él. La División Azul fue una ridícula parodia de brigada internacional en lucha contra el demonio comunista que sólo sirvió para que murieran en el norte de Europa jóvenes falangistas que se habían librado de morir en casa y para que muchos izquierdistas españoles, camuflados bajo la camisa azul, se pasaran al soñado enemigo comunista, que tardó en meterlos en campos de concentración menos de los que se tarda en contarlo.

Cosas como el poco conocido (vamos, yo no lo conocía) golpe del General Casado: meses antes de caer Madrid, socialistas y comunistas se lían a estacazos por un quítame allá esas tendencias bolcheviques. Y el ejército de Franco, a las puertas de la capital, se partía de la risa y esperaba. Una historia tan absurda que solo podía ser española.

Cosas como la vida en el exilio francés, puede que más cruel que otros precisamente por estar tan cerca. La contradictoria añoranza del exiliado político, el “Ni muerto vuelvo yo a ese país cuya ausencia me está matando”, el ultimo desencanto al comprobar que los vencedores de la segunda guerra mundial no iban a continuar su tarea liberando a España del fascismo porque ya no les hacía falta y porque la lengua del caudillillo había virado hacia otros traseros más convenientes.

Novela en fin política (“Sí, ¿y qué?”, diría la autora con desenfado de chulapa), sobre la alargada sombra de la Guerra Civil, sobre los que la perdieron, y sobre los que no la ganaron.

viernes, 30 de julio de 2010

La solución

Todos sufrimos a diario el acoso telefónico de empresas que creen que despertarte de la siesta es la mejor forma de ganar tu confianza. Solucionemos el problema. Sigamos al maestro Seinfeld:

martes, 15 de junio de 2010

martes, 13 de abril de 2010

Palabras, palabras, palabras

Algunas cosas que he leído últimamente.


Caín, de José Saramago. Adán y Eva, Cain y Abel, Job, Noe, Abraham y el dios del antiguo testamento son sometidos por el autor a una despiadada sesión de lógica, y, naturalmente, no pasan la prueba. Si eres vocal de la Conferencia Episcopal éste es definitivamente tu libro… (Pausa cómica)… Saramago, que tiene el honor de haber sido denostado por los más rancios y peligrosos sectores políticos de Portugal, que puede tener a gala haber tambaleado con su palabra la torre de marfil en cuya cúspide rumia el papa su atraso de siglos, reincide en su molesta manía de poner el dedo en la llaga. Y cuando se trata de la iglesia católica faltan dedos.


El Equipaje del Rey José, de Pérez Galdós. Undécima entrega de los Episodios Nacionales y primera de la segunda serie. Relata la salida de José Bonaparte del trono y los últimos coletazos de la guerra de la Independencia, que una vez terminada dejó a los españoles con más tiempo para guerrear entre ellos, que es lo que de verdad les gusta. Galdos es novela, quien lo probó lo sabe. Hay un malencarado y alientristecido escritor en activo al que le ha dado por escribir sobre la guerra de la Independencia, Trafalgar y tal. Publica una novela sobre las Cortes de Cádiz y parece que fuera a revolucionar el mundo editorial. Don Benito hace cien años publicó del orden de cuarenta (sin contar las novelas no históricas, los cuentos y el teatro), sin duda mucho mejores. Y lo hizo como si nada, con un humilde encogimiento de hombros.


Si me necesitas llámame, de Raymond Carver. Poeta y cuentista que murió a mediados de los ochenta cuando sólo había publicado cuatro breves libros de cuentos. Pero bastó. Refleja escenas de la vida cotidiana del estadounidense medio. Parece que en sus historias no pasa nada, pero el lector pronto nota que ese no pasar nada de especial, esa grisura, es la clave de sus cuentos. La decepción y el desencanto son su tema principal. Este libro recoge cinco cuentos póstumos prologados con amor por su viuda, tambien poetisa. Sobre cuentos de Carver rodó Robert Altman Vidas Cruzadas, un peliculón que hace años que no veo. ¡Prepárate, Doolittle, que son tres horas!



jueves, 25 de marzo de 2010

25 de marzo

Esta canción me tararea por las venas desde hace años. Cinco concretamente.

lunes, 22 de marzo de 2010

Kevin el travieso

Últimamente se le ve poco en cine, volcado como está en sus funciones de director artístico del teatro Old Vic de Londres. Y es una pena, porque Kevin Spacey es uno de los mejores actores del Hollywood actual. Y también es un cachondo. Y si no, aquí está este video. Es una de las magníficas entrevistas que desde hace años se vienen televisando desde el Actor´s Studio en presencia de los estudiantes. En un momento de la entrevista, el presentador informa al público de que Spacey tiene un talento poco conocido: es un gran imitador. A continuación - y aparentemente de forma improvisada - formula preguntas a distintos actores, obligando a Spacey a contestar por cada uno de ellos. Algunas de sus imitaciones no estoy capacitado para apreciarlas (Cristopher Walken en versión original no sé como suena) pero Pacino, Jimmy Stewart, Brando, Katherine Hepburn (¡!) y otros muchos son perfectamente reconocibles incluso solo por el gesto. Me resulta curiosa la cara que se le queda después de cada imitación: Un aire tímido, como de niño travieso disculpándose por su atrevimiento. ¡Me cae bien este tío!


Como este video lo verá mi señor padre, y en ingles no se aplicó mucho en sus años mozos, me permito dejar aquí una pequeña guía de los actores a los que va imitando y el minuto correspondiente del video.


0:40 James Stewart

1:30 Johnny Carson (Como Buenafuente, pero americano y con menos gracia)

2:10 Katherine Hepburn (Sí: Katherine Hepburn)

2:58 Clint Eastwood

3:25 John Guielgud

3:37 Marlon Brando

4:29 Cristopher Walken

5:05 Al Pacino

5:54 Jack Lemmon




miércoles, 17 de marzo de 2010

Pedestal abajo

En esta tierra asolada por las obras del metro sufrimos con paciencia franciscana todo tipo de adaptaciones, versiones libres y obras supuestamente inspiradas en la producción de García Lorca. Y los herederos de Lorca, animalicos, con el brazo hipertrofiado de darle a la palanca de la caja registradora. La idea es más o menos la siguiente: pongamos que eres coreógrafo de danza moderna, ideas un espectáculo, lo planeas bien todo, la coreografía, el vestuario y tal. Y ahora coges y le pides permiso a la sobrina de Lorca (lease, pagas a la SGAE) para que el espectáculo – que nada tiene que ver con Lorca – se llame, no sé, “El Lagarto y la Lagarta: Lamento Lorquiano”. Y luego vas a la Consejería de Cultura a contarles la idea, ellos se quedan sólo con lo de “Lorquiano” y te subvencionan el espectáculo y te tiras con él todo un verano actuando en la Alhambra y luego el otoño en el Lope de Vega de Sevilla y luego lo que caiga. Y en las entrevistas tienes que decir que Lorca te ha influenciado un güebo para idear el espectáculo y que el romance del Lagarto y la Lagarta es claramente premonitorio del conflicto armado y blablabla. Mientras tanto, unos alumnos de secundaria quieren hacer Bodas de Sangre (en versión antigua, osea, el texto y eso) y cobrar entrada en el teatrillo del instituto para pagarse el viaje de estudios y no pueden porque la SGAE les exige pagar derechos. Y Lorca, en su fosa de Viznar, maldice a sus herederos. Estoy seguro.
Por eso uno, malpensao, acude con miedo a ver cualquier Lorca: porque no es seguro que uno acabe viendo un Lorca. Eso no pasa - lo digo clarito antes de que le meta algún que otro palo - con el Bodas de Sangre del Centro Andaluz de Teatro y el Centro Dramático Nacional. Es una versión respetuosa, integra (supongo) y que no cae en la manía insufrible del “mira lo que he hecho con esta obra tan conocida, ¿a que ya no la conoce ni la madre que la parió?”. No, José Carlos Plaza no pretende ser mejor que Lorca, así que, nada más que por esa actitud, agradecido. Opta por la sobriedad en escenografía y vestuario, con colores grises y terrosos, inspirados por los secarrales en los que se desarrolla la trama. La fiesta de la boda, con coreografía de Cristina Hoyos, resulta al tiempo lírica y creíble. No me gusta la solución encontrada para el romance de la luna: escuchar un cedé de Ana Belén mientras un tío disfrazado de Gusiluz repta por una viga resulta raro, raro, y mientras te dices “raro, raro” toda tu predisposición a la poesía acaba en la moqueta. Lo peor del montaje afecta a uno de sus pilares principales: la madre. Consuelo Trujillo, a la que no creo haber visto ningún trabajo anterior, deja claro con su interpretación que es una actriz formidable. Eso no tiene discusión. Pero no quita para que la concepción del personaje sea – en mi modesta opinión – errónea. No sé si la culpa es de la actriz, del director o de los dos, pero no puedes interpretar a Lorca como si fuera Sófocles. La madre de Bodas de Sangre no es Medea: No se puede interpretar a Lorca desde lo alto de un pedestal de patetismo, sino pedestal abajo, con los pies y la cara y la voz llena de tierra. En la criada de la novia, pongo por caso, sí pudimos ver a una mujer lorquiana, real y poética al mismo tiempo. En la madre del novio, no. Y luego está el actor que hacía de Leonardo, el enamorado de la novia, actor que debe ser muy bueno. Muy bueno moralmente, quiero decir, un pedazo de pan, seguro. Pero como actor... madredelamorhermoso!!

sábado, 6 de marzo de 2010

Ejecutivos Agresivos

David Mamet está sobrevalorado, lo que no quita para que Glengarry Glen Ross sea una buena obra de teatro. Y el texto parece aún mejor con una dirección y unos actores como los que pudimos ver la otra noche en un montaje del Teatro Español. Glengarry Glen Ross trata de un grupo de vendedores de fincas llevados al límite por sus jefes: el que obtenga mejores resultados ganará un Cadillac y el peor será despedido. Nada importa la antigüedad, las relaciones personales o la camaradería: solo importa el resultado. Todos los actores están muy bien, con una dirección con incide en la veracidad de las conversaciones obligando a los intérpretes a pisarse unos a otros, a hablar a la vez, haciendo así muy real el diálogo. Inevitablemente destacan, probablemente por que tienen los mejores papeles, Carlos Hipólito – avejentado, abrumado por las exigencias de sus jefes, con un peso sobre sus hombros que es casi visible – y Gonzalo de Castro, actor siempre correcto en comedia, pero que aquí sorprende con un cambio de registro ajustándose la piel de un despreciable tiburón que hace unos años le valió a Al Pacino una nominación al oscar.



viernes, 26 de febrero de 2010

Dando la nota

¡Maldita sea! ¡A mi nunca me pasan estas cosas!

jueves, 25 de febrero de 2010

Amor y Pedagogía

La Cinta Blanca, de Michael Haneke, se desarrolla en un pueblecito alemán unos años antes del inicio de la primera guerra mundial. Comienza con la voz en off de uno de los personajes, que nos dice que quizá los acontecimientos que va a narrar pudieran acaso explicar los derroteros que tomó su país en los años siguientes. En el pueblecito idílico empiezan a sucederse episodios de absurda violencia sin que nadie pueda explicar a qué ni a quién se deben. En una línea, ese es el argumento de la película. Pero hay más: El vasallaje al señor del lugar, la infancia arrasada por una férrea educación exenta de toda ternura, las habladurías como cuarto poder de la pequeña comunidad, la sonrisa que esconde al monstruo... Y todo ello meramente sugerido, dejándolo todo abierto a diversas interpretaciones. Y es que todo en La Cinta Blanca tiene una deliberada contención: el amor carece de pasión, el sexo es frío, la ira se dibuja con un árido blanco y negro.
Buena película, que parece tener todas las papeletas para ganar el Oscar a mejor película de habla no inglesa (aunque uno, modestamente, considera muy superior El Secreto de sus Ojos, y casi cualquier cosa que haya rodado Campanella).
Al recoger alguno de los muchos premios que se está llevando la película, Haneke lo dedicó a los niños que actúan en ella. Viendo escenas como esta se entiende:

domingo, 14 de febrero de 2010

Gravemente ABURRIDA. No debe verse.

Cuando la generación de mis padres iba al cine a ver Gilda o Arroz Amargo se encontraba la siguiente calificación moral: “Gravemente peligrosa. No debe verse”. Desde aquí propongo que en lo sucesivo se haga algo parecido con las películas que atenten contra el más mínimo sentido del entretenimiento, como la que vimos el lunes pasado.

Ya habré mencionado anteriormente la tontería que tengo yo con los Oscars: tengo que ver el mayor número posible de películas nominadas antes de la ceremonia y luego ver la ceremonia en directo y cogerme unos cabreos de no te menees. No sé porqué lo hago. Carencia de alguna vitamina básica para el correcto funcionamiento neuronal, supongo.

El caso es que el otro día convencí a la Señorita Doolitle para ver En Tierra Hostil, película que está nominada a casi todo. De no ser por tanta nominación, no tendría yo demasiado interés en la vida de los desactivadores de bombas norteamericanos en Irak. Y la Señorita Doolitle, que odia minuciosamente al Imperio Yanky, menos todavía. Pero, me dije, algo tendrá el agua cuando la bendicen. Bueno, pues “el agua” no tiene nada. Básicamente la película es una sucesión de desactivaciones de bombas – a quince minutos por bomba menos o menos – alternada con breves momentos de ruda camaradería militar, de esa que estamos hartos de ver en millones de películas. Entiendo las nominaciones técnicas y entiendo la nominación de la directora – las escenas de desactivación están magníficamente planeadas, rodadas y montadas- , pero no es una de las cinco mejores películas de este año (ni de las ciento cinco, caramba), su protagonista no hace una de las cinco mejores interpretaciones del año ( si es por componer tíos duros e irónicos Robert Mitchum debería haber sido nominado setenta veces, y con más merecimiento que este aburrido señor) y definitivamente no es uno de los cinco mejores guiones del año (a ver: NO ES UN GUIÓN). Nota: el cartel está boca abajo a caso hecho. por pesada. Sobre cualquier actividad profesional se puede hacer una película entretenida: la vida de un pescadero puede dar para una película apasionante siempre que no te limites durante ciento veinte minutos a mostrarme una y otra vez al pescadero limpiando boquerones. Pues eso.

Si al truño de película añadimos el asfixiante calor que hacía en la sala (ha vuelto el destape a los cines de Granada, pero ahora es el público el que se despelota para sobrevivir a la calefacción) es fácil comprender que la Señorita Doolittle no estuviera muy contenta con mi propuesta de ocio vespertino: Cuando se hizo la luz en la sala, en un rápido movimiento de muñeca saco sus lunchacos de su bolso Loewe …y es lo ultimo que recuerdo hasta hace un rato que he recuperado el conocimiento.

Y como me niego a poner siquiera el trailer del rollo que vimos el otro día, ahí van dos minutos y medio de “En el estanque dorado”. Porque en esos dos minutos y medio hay más cine que en las innecesarias dos horas de “En tierra hostil”, y porque Henry Fonda era un tío estupendo. Y porque me da la gana.

sábado, 13 de febrero de 2010

Genio encadenado.

La vida de Orson Welles daría para varias novelas. Un monólogo sobre Orson Welles podría durar horas y horas sin fatigar, sobre todo si el nuevo Orson es José María Pou.
La Señorita Doolittle y yo asistimos la otra noche a la representación de “Su seguro servidor, Orson Welles” de Richard France. Un casi monólogo en el que un Orson Welles que no sabe que en unos meses tendrá un ataque al corazón que dará con sus cenizas en un patio andaluz, vende su voz para cuñas publicitarias de laxante y comida para perros mientras espera una llamada de Spielberg al que cree haber convencido para financiar su largamente demorado rodaje de El Quijote. La conversación con el joven técnico de sonido con el que graba las cuñas da lugar a que el señor Welles recuerde anécdotas - gloriosas, tiernas, divertidas, grotescas - de su vida pasada. La pena es que con este material de partida se podría haber escrito un texto bastante mejor. La suerte es que José María Pou puede convertir las páginas amarillas en un acontecimiento teatral. Con su barriga falsa, su alta estatura, su esforzado trabajo de voz y su apabullante presencia escénica, Pou es el espectáculo. Sobre el oscuro inicial se oye el chasquido de un mechero y vemos su rostro parcialmente iluminado al encender el inevitable habano: ahí está el personaje. Pou compone un Welles dolorido, iracundo, hedonista y conmovedor que cumple las expectativas de parecido razonable con el personaje público, al tiempo que explora el tormento de quien se sabía genio, mas genio encadenado.
Existe un documental sobre la preparación de este espectáculo. Se llama Máscaras y que sepas, Doolittle, que lo vas a ver en breve. Sí. Te aguantas.

¿A que tiene buena pinta?

jueves, 28 de enero de 2010

Volando voy.

Ayer fui con la señorita Doolitle a ver Up In The Air. Tuve que hacerle creer que el prota era Hugh Jackman por que a Clooney no lo traga. Le semana que viene pretendo llevarla a ver Nine, pero por dios que nadie le diga que es un musical. Mi vida es así: pura desazón...
Jasón Reitman hace buenas películas que te invitan a pensar sin adoptar nunca un tono de intelectual plomizo. Sus dos anteriores películas (Gracias Por Fumar y, sobre todo, Juno) son muy recomendables, y Up In The Air, puede que sea aún mejor. Un protagonista perfectamente dibujado se mueve sin descanso por un mundo empresarial global, dedicándose a despedir a los empleados de otros, como un verdugo piadoso. Y le gusta su trabajo, le encanta viajar en avión constantemente. Por que es un tiburón. Y los tiburones se hunden cuando no están en movimiento. Este es el arranque de una historia de amor sin amor, de fría amistad, de firmes principios de barro. Y el Reitman guionista aún tiene tiempo para dar unas pinceladas sobre la cosificación del trabajador, motita prescindible cuando la crisis aprieta. El tiburón Clooney está perfecto en un papel probablemente escrito a medida, e igualmente reseñables son los trabajos de las dos actrices que comparten el peso de la película.