sábado, 13 de noviembre de 2010

¡Que le corten la cabeza!

“ ... Y dijo el Sentido Común: Todos estos mandamientos teatrales se resumen en uno: No aburrirás al prójimo” Poco de este catecismo (que, vale, me acabo de inventar) conocen los responsables de la versión de María Estuardo de Schiller que padecimos la otra noche en el teatro Alhambra. No sería justo no valorar el trabajo de algunos de los actores de la compañía – no todos - y el buen planteamiento escenográfico, sencillo y efectivo. Pero, al margen de eso, se queda uno con la duda de a qué viene tomarse el trabajo de montar este espectáculo, porque lo que al parecer es lo único que se quiere contar (que el poder corrompe, que la política atrae a las alimañas y tal) queda claro en cosa de diez minutos, y los interminables noventa restantes es solo dar golpes en el mismo yunque. La modernización visual de la corte Isabelina, si bien responde al deseo de abaratar costes, permite el interesante juego de las cámaras de video y las proyecciones al fondo del escenario. Pero hay moderneces que no y que no: ¿Cuando dramatúrgicamente me viene bien hago que los personajes se comuniquen graves cuestiones de Estado por carta manuscrita que tarda semanas en llegar, y al rato, porque también me viene bien, les hago salir con una grabadora digital en el bolsillo? ¡Venga, hombre! Otra: dos caballeros discutiendo de alta política de repente se agarran y comienzan a bailar un tango mientras siguen su conversación. Son esas pequeñas cosas que hacen que el espectador desee estar en el dentista en lugar de en su butaca. El video de la obra es mejor que la propia obra. Curioso.

Pastillas para el corazón.

Berlanga esta malito. Muy malito, al parecer. Pero aún le sobran ganas de hacer algo por los demás si se lo permite la salud. Por eso ha dado su imagen a la campaña de Médicos Sin Fronteras para la venta de caramelos de menta con los que se ayuda al tercer mundo. Se venden en farmacias. Un euro, una caja. No parece mucho, pero parece que sí es mucho. A Don Luis lo han tenido que doblar porque ya no le queda voz. Pero aún le queda mucho corazón.

Venga, todo el mundo corriendo a la farmacia.