viernes, 30 de abril de 2010

...que en mi vida me he visto en tal aprieto.

Una lista me manda hacer Cinemadreamer. Hay que seleccionar una película, solo una, como la mejor de su género. Odio estas cosas. Cual Meryl Streep en La Decisión de Sophie, la culpabilidad me perseguirá toda la vida, pero las reglas son las reglas.


Las Reglas:·Decir quién me ha nominado al juego: Cinemadreamer
·Nominar a personas/blogs para que continúen el juego (al final de la lista)
Mejor película de todos los tiempos pasados, presentes y futuros del mundo conocido, por conocer y hasta de mundos paralelos: El Padrino. Parte I
Mejor película de acción: Con la Muerte en los Talones
Mejor película de aventuras: El Puente obre el Rio Kway
Mejor película bélica: Appocalipse Now
Mejor película biográfica: Amadeus
Mejor película cómica: La fiera de mi niña
Mejor película de ciencia ficción: Encuentros en la Tercera Fase
Mejor película deportiva: Toro Salvaje
Mejor película dramática: Ciudadano Kane
Mejor película de gángsters: El Padrino
Mejor película histórica: Doctor Zivago
Mejor película independiente: Sospechosos Habituales
Mejor película de juicios: Testigo de cargo
Mejor película musical: My Fair Lady
Mejor película basada en un cómic o novela gráfica: El Caballero Oscuro
Mejor película basada en una obra de teatro: Un Tranvía llamado Deseo
Mejor película romántica: El Hombre tranquilo
Mejor película de terror: El Resplandor
Mejor película thriller: Vértigo
Mejor película de cine negro: El Crepúsculo de los Dioses
Mejor película western: Centauros del Desierto
Mejor película animada: Wall·E


Propongo que sigan la cadena los siguientes blogs:
Mi querida sobrina Cecily, que probablemente aborrece estos juegos tanto como yo, pero el sufrimiento hay que compartirlo en familia.
D. Manuel Espadafor , hombre del Renacimiento, que tendrá mucho que decir al respecto.
El Perro Loco Atacando (atacando incautas inglesitas, me temo), al que le conmuto la pena si al menos publica una ilustración sobre su película favorita.

Cumplidas las reglas con no poco sufrimiento, que me perdonen, cada uno en su género, Hitchcock, Senderos de Gloria, La Chaqueta Metálica, Lawrence de Arabia, Los Hermanos Marx, Chaplin, Búster Keaton, Berlanga, Uno de los Nuestros, Kramer contra Kramer, El Viaje a ninguna parte, Frank Capra, Matar a un Ruiseñor, Cantando bajo la lluvia, las adaptaciones Shakesperianas de Olivier y Branagh, Mejor Imposible, Lo que queda del día, El Apartamento, Amelie, El Silencio de los Corderos, Al Rojo Vivo, Perdición, El Hombre que mató a Liberty Balance, La Diligencia, Solo ante el Peligro y Titanic ... (Esta última es coña. Era para ver si estabais atentos o ya os habíais cansado de leer.)

domingo, 18 de abril de 2010

Su Señoría Lumet

Es cosa sabida que no es recomendable opinar en caliente, pero como esta vez no es para dar un palo, permítaseme la precipitación. Acabo de pasar la tarde en compañía de Paul Newman, James Mason, Jack Warden, Charlotte Rampling y Sidney Lumet. La película es Veredicto Final, y el espectador más satisfecho, un servidor.


Salvo que algún historiador de cine me saque de mi error, el subgénero judicial, como tantos otros, lo inventaron los americanos. Sé de gente a la que le aburren las películas de juicios… ¡Ay, que Doolittle sigue dormida! Ahora vuelvo… ¿Qué estaba diciendo? ¡Ah, sí: que hay gente que se duerme con las películas de juicios, pero a mi me encantan: La teatralidad del derecho procesal norteamericano, la lucha de David contra Goliat, el suspense de no saber quien es el culpable o, de saberlo, si se hará finalmente justicia, la ocasión perfecta para el lucimiento de los actores. Hollywood ha dado grandes películas de juicios. Así a bote pronto se me vienen a la memoria Anatomía de un Asesinato, La Herencia del Viento, El proceso Paradine (curioso que a Hitchcock no le saliera demasiado bien su incursión en el subgénero judicial) Matar a un Ruiseñor (esa película que hace que todos los niños quieran ser de mayores como Atticus Finch, y que todos los adultos se pregunten qué hicieron mal para no serlo), Vencedores o Vencidos, Testigo de Cargo (probablemente la mejor de su género, pero es que Billy Wilder tenía la molesta manía de hacer una obra maestra cada vez que cambiaba de género) y, en clave de comedia, La costilla de Adán.


Veredicto Final merece entrar sin complejos en la lista anterior. En un momento pasan las dos horas largas que Lumet necesita para contarnos la redención de Paul Newman, un David borrachín en lucha contra el poderoso Goliat de la élite sanitaria. El reparto está perfecto: Newman nos deja ver todo el proceso de transformación que va del picapleitos que reparte su tarjeta en velatorios de desconocidos al hombre que vuelve a descubrir lo bien que sienta la integridad. Jack Warden resulta conmovedor como paternal socio de Newman. El viejo tiburón judicial encarnado por James Mason en su última interpretación destacable, tiene en la mirada, en los gestos siempre comedidos, toda la sabiduría de cuarenta años de actor irreprochable. Incluso la sempiterna frialdad de Charlotte Rampling es adecuada para el papel que se le asigna. Y Lumet, con su cámara tranquila, sus opresivos contrapicados, utiliza con pericia sus actores y un buen guión para hacer otra más de sus grandes películas, a sumar a Doce Hombres sin Piedad, El Prestamista, Sérpico, Tarde de Perros, Network o la reciente Antes que el Diablo Sepa que Has Muerto.


Espléndida película para volver a ver de vez en cuando, y que además contiene un pequeño juego: a ver quién encuentra a Bruce Willis entre los extras de la sala en la que se celebra el juicio.

martes, 13 de abril de 2010

Palabras, palabras, palabras

Algunas cosas que he leído últimamente.


Caín, de José Saramago. Adán y Eva, Cain y Abel, Job, Noe, Abraham y el dios del antiguo testamento son sometidos por el autor a una despiadada sesión de lógica, y, naturalmente, no pasan la prueba. Si eres vocal de la Conferencia Episcopal éste es definitivamente tu libro… (Pausa cómica)… Saramago, que tiene el honor de haber sido denostado por los más rancios y peligrosos sectores políticos de Portugal, que puede tener a gala haber tambaleado con su palabra la torre de marfil en cuya cúspide rumia el papa su atraso de siglos, reincide en su molesta manía de poner el dedo en la llaga. Y cuando se trata de la iglesia católica faltan dedos.


El Equipaje del Rey José, de Pérez Galdós. Undécima entrega de los Episodios Nacionales y primera de la segunda serie. Relata la salida de José Bonaparte del trono y los últimos coletazos de la guerra de la Independencia, que una vez terminada dejó a los españoles con más tiempo para guerrear entre ellos, que es lo que de verdad les gusta. Galdos es novela, quien lo probó lo sabe. Hay un malencarado y alientristecido escritor en activo al que le ha dado por escribir sobre la guerra de la Independencia, Trafalgar y tal. Publica una novela sobre las Cortes de Cádiz y parece que fuera a revolucionar el mundo editorial. Don Benito hace cien años publicó del orden de cuarenta (sin contar las novelas no históricas, los cuentos y el teatro), sin duda mucho mejores. Y lo hizo como si nada, con un humilde encogimiento de hombros.


Si me necesitas llámame, de Raymond Carver. Poeta y cuentista que murió a mediados de los ochenta cuando sólo había publicado cuatro breves libros de cuentos. Pero bastó. Refleja escenas de la vida cotidiana del estadounidense medio. Parece que en sus historias no pasa nada, pero el lector pronto nota que ese no pasar nada de especial, esa grisura, es la clave de sus cuentos. La decepción y el desencanto son su tema principal. Este libro recoge cinco cuentos póstumos prologados con amor por su viuda, tambien poetisa. Sobre cuentos de Carver rodó Robert Altman Vidas Cruzadas, un peliculón que hace años que no veo. ¡Prepárate, Doolittle, que son tres horas!